Posts Tagged ‘Adolfo López Mateos

12
May
10

Ecos del 5 de mayo 2: Los fuertes de Loreto y Guadalupe

Curiosa forma de memoria

Algunas visitas a este Reino han llegado queriendo saber más de los fuertes de Loreto y Guadalupe. Por eso agrego algunas de estas fotos de ambos emplazamientos, que hoy día se encuentran en lo que se llama Centro Cívico 5 de Mayo (concepto que se inauguró, precisamente, en las conmemoraciones de 1962), donde resulta que ambos cerritos ya han sido engullidos por el crecimiento de la ciudad, lo mismo que el Cerro de las Campanas de Querétaro («¡Ah! usted quiere ir al centro!», me dijeron la primera vez que intenté una excursión al sitio) o el pueblo de El Saucito en San Luis Potosí.

Sobre los fuertes, un material de divulgación de la Secretaría de la Defensa, escrito por el general Hermenegildo Cuenca Díaz hace unos 35 años, explica que los fuertes dominan Puebla y capturar el fuerte de Guadalupe «tiene que dar como resultado la rendición de la ciudad».  Zaragoza cuenta en su parte de la batalla que, no bien llegó con sus tropas a la zona, dió órdenes para establecer «un regular estado de defensa» en los cerros de Guadalupe y Loreto, «haciendo activar la fortificación de la plaza que hasta entonces estaba descuidada». Seguramente fue una de las primeras molestias que le provocó todo aquel acontecimiento.

Pero los cerros de Guadalupe y Loreto, agrega Zaragoza en el parte, fueron cubiertos con mil 100 hombres y dos batería. Calculaba este texano habilidoso que podría librar batalla con los franceses a campo raso, llevándolos hacia el oriente de la ciudad. Pero los franceses no tenían intenciones de dejarse llevar y optaron por atacar primero el fuerte de Guadalupe. Cuenta Zaragoza que al inicio hubo muchos tiros y disperos de cañón, «que mucho ofendieron a las habitaciones de la plaza», cuestión que resulta evidente hoy, cuando del fuerte de Guadalupe no quedan sino unos pocos y apaleados muros. Hay que decir en abono del INAH de Puebla que lo que queda de Guadalupe está bien cuidado y en estado decoroso.

Tres horas duró el asunto; tres veces intentaron las fuerzas francesas tomar Guadalupe y tres veces los rechazaron.  La victoria que a la fecha es asunto de mucho orgullo nacional y de un extraordinario orgullo de las comunidades mexicanas en Estados Unidos costó unos 600 o 700 muertos y heridos entre los franceses, Zaragoza calculaba en 400 las bajas mexicanas.

Zaragoza se decía contento de sus oficiales y soldados «Todos se han portado bien», apuntó. Hasta de los franceses hablaba bien: «Los franceses han llevado una lección muy severa; pero en obsequio de la verdad diré: que se han batido como bravos, muriendo una gran parte de ellos en los fosos de las trincheras de Guadalupe». Cuenta el general un detallito interesante: al día siguiente daba cuenta de una treintena de franceses prisioneros, a los que, un par de días más tarde, los soldados mexicanos les arrancaban las medallas, huellas de batallas victoriosas, a estos prisioneros. Cuenta Zaragoza que, al ser despojados, los soldados franceses se echaban a llorar.

Pero lo que hoy son estos dos cerritos fortificados resulta muy interesante al paseante del siglo XXI. Los letreros  datan de aquel Centenario conmemorado en 1962 y convierten la zona en un sitio peculiar, donde el pasado se recuerda, se elogia y se enaltece por medio de megacarteles que nos recuerdan el caudal de heroísmo vertido por los mexicanos en 1862 (si se hubiera podido contabilzar en litros, qué necesidad de batalla había, los franceses se hubieran muerto ahogados).

Interesante modo de recuperar el pasado, de montar una especie de «teatro de la memoria» para el pasante que transita entre los dos cerritos. El ascenso a Loreto es un poco más difícil que a Guadalupe, pero la visita es animada. Todo el recorrido está lleno de estos carteles que le recuerdan al caminante que estpa en el escenario de uno de los grandes momentos de la historia nacional. Quizá lo llamativo es el mecanismo: carteles permanentes a lo largo de tooodo el sitio: se enuncia el valor, el heroísmo, el hecho de la victoria sobre un enemigo muy poderoso, el que los hombres del presente pisan una tierra convertida en teatro del heroismo por hombres que vivieron hace casi siglo y medio. Quizá el que excede un poco el buen gusto es el que fotografié y está al inicio de la entrada anterior de este reino: ese espectacular que apunta el paradero final de los restos de don Ignacio y, faltaba más, de doña Rafaela.

A ese  respecto hay que decir que a Zaragoza, recién muerto, se le fue a dejar al Panteón de San Fernando y para completar este curioso discurso espacial erigido en Puebla en 1962, se le exhumó ciento cuatros años después, en 1976, un día 4 de mayo. Cuentan que, al sacarlo de su sepultura, estaba en perfecto estado de conservación (por lo que sabemos, los mexicanos éramos buenísimos embalsamadores) y que hasta sus anteojos ovalados estaban ahí intactos. En fin, que lo cambiaron de estuche y se lo llevaron al nuevo monumento donde ahí sigue, para que propios y extraños lean el enorme rótulo que da cuenta del sitio donde él se entretiene en eso de la eternidad.

Si bien es cierto que ambos fuertes se encuentran en buen estado, lo que debieran ser jardincitos atractivos no lo son tanto. Me encanta ese rótulo donde dice que el terreno que uno pisa ha sido abonado con la sangre de los valientes mexicanos… que evidentemente no es la mejor vitamina para el pasto ni para las plantas. Arriba, en Guadalupe, hasta los arbustos tienen forma de cañoncitos, pero una buena mano de gato al resto de la cuesta hacia los fuertes no le haría nada mal a nadie. Por lo menos, podría plantearse de ese modo que la sangre de héroe es el mejor abono que puede existir.

 

No importa que no quepa el texto cuando hay buena fe

05
May
10

Ecos del 5 de mayo

A veces la vida se pone vertiginosa. Tan vertiginosa que no habían llegando las muchas palabras escritas desde el pasado 16 de febrero a este blog. Pero hago mea culpa y habrá que ponerlas todas a disposición de ustedes mis amigos. Pero hablando de cosas serias y no tan serias, hoy es cinco de mayo.

 Oooootra vez cinco de mayo, y mientras iniciaba estos renglones, el presidente, allá en Puebla, como corresponde, va y deja una corona y monta una guardia ante el monumento que guarda los restos de Ignacio Zaragoza y de su esposa doña Rafaela Padilla. A ella le fue bien… en principio, y según el ideal decimonónico de acabar hasta en la sepultura junto al marido, aunque se le detestara cordialmente, o al amante imposible, aunque el muy bestia jamás se hubiese animado a mejorar el estado de cosas PARÉNTESIS: para ejemplo de esto, ahí anda la historia de Lola Escalante, la eterna novia de José María Lafragua, allá en el Pantéón de San Fernando. Su fidelidad y paciencia, y su incapacidad para poner en su sitio a un pretendiente que, alegando un padecimiento cardiaco, la amenazaba cada tanto con que se moriría de un infarto si Lola acababa de casarse de una buena vez con Lafragfua,  le valieron un lindo monumento de mármol de Carrara, encargado a Italia y dirigido por los famosos hermanos Tangassi, porque cuando parecía que todo iba de maravillas y la pareja sería feliz por siempre, a Lola se la llevó la epidemia de cólera de 1850. Enterrada en el Panteón de San Fernando, el novio, de quien Vicente Riva Palacio hizo un texto satírico delicioso, solamente se tardó tres años en traer de Italia el mentado monumento. Como lo trajo uno de los Tangassi, quien supervisó el armado, ya se puede uno imaginar lo que costó el numerito. Pero San Fernando es escenario de todo tipo de extravagancias, peculiaridades, aficiones  y locuras, de los del siglo XIX y de los del siglo XX. Al rato les platico.

Porque yo estaba en esto del cinco de mayo (que también tiene que ver con San Fernando) y decía que por una de esas cosas raras la esposa de Zaragoza sí fue a dar al monumento de Puebla, aunque no sepamos a estas alturas si estaba harta o no del marido soldado al que nunca veía y que tuvo la poca delicadeza de morirse a los pocos meses que ella, dejando a la única hija huérfana pero eso sí, siendo héroe y benemérito de la patria. No obstante, a ella SÍ la trasladaron a Puebla para que durmiera el sueño eterno con su marido.  OTRO PARÉNTESIS: A la esposa de Pino Suarez, Doña María Cámara, y a doña Sara Pérez, la esposa de Madero, parece que no les fue tan bien al respecto. Ellas, en principio, siguen en el Panteón Francés de la Piedad, (Doña Sara en una fosa junto a la que, en ese lejano 1913, fue la primera sepultura de su esposo, doña María, una placa señala que se la inhumó en la misma tumba que al vicepresidente Pino Suárez. A lo mejor Eva María Ponce nos puede decir si hubo algún cambio cuando se llevaron a don José María) mientras sus mariditos se entretienen uno, (Madero), con toooodos sus amiguitos los revolucionarios allá en la Plaza de la República, y Pino Suárez, que era poeta, debe sentirse más a gusto en la Rotonda de los Hom… perdón, de las Personas Ilustres.

Y sigo: yo estaba en esto del cinco de mayo, y lo primero que espero es que, puesto que el presidente se dignó ir, hayan limpiado toda la zona de lo que fueron los fuertes de Loreto y Guadalupe, y que hoy es un parque dentro de la ciudad de Puebla. Las fotos que aquí ven, las tomé una navidad de… hace un año y meses, sí, en la navidad de 2008, y aparte de que el museo estaría cerrado en uno de los días festivos en los que la gente SÍ PUEDE IR. Tengo que decir que emociona caminar por el fuerte de Loreto, pues de Guadalupe queda poquísimo y era más bien templo convertido en fortificación , imaginándose al ejército mexicano maltrecho, hambreado, harapiento y sin embargo dispuestos a vender caros sus pellejos, aunque los infelices poblanos les hubieran escatimado hasta el insulto los recursos para su manutención. Triste jornada en la que siendo comandante del ejército sabes que se te van a morir muchísimos y sin embargo les tienes que dar ánimo y decirles, como les dijo Zaragoza «Veo en sus frentes la señal de la victoria».

Pero también me acuerdo que en 1962 las conmemoraciones por el centenario de la única victoria militar seria que ha tenido el ejército mexicano (porque no me digan que es mucho mérito que unos 500 arrasen a 60 legionarios en Camarón). Eran los días del gobierno de López Mateos (que, o mucho me equivoco, pero a ratos creo que es el referente histórico de muchos que en el gobierno federal viven hoy día pensando, soñando con ese poder omnipotente, omnipresente que piensan que era el patrimonio de las presidencias priistas de los años sesenta) cuando los periódicos hablaban de auténticas multitudes marchando hacia Puebla para asistir a la ceremonia conmemorativa de este centenario. Eran tiempos interesantes: un televisor grande de General Electric costaba más de cinco mil pesos, exactamente 5 mil 995; y  un traje de mujer caro (de lana tipo «pelo de foca» [?]) en el Palacio de Hierro costaba 283 pesos. (Pienso que en 1962 Martín Luis Guzmán pagó cinco mil pesotes a Jorge González Camarena por «La Patria», cuadro emblemático de la Comisión Nacional de Libros de Texto Gratuitos y de la educación pública mexicana). Más datitos:  Felipe Calderón, hoy cinco de Mayo de 1962 tomaba protesta a los conscriptos. El maestro de ceremonias dijo algo que no quedó muy claro: «El ciudadano Presidente de los Estados Unidos Mexicanos realizará la Toma de Protesta, haciendo llegar su voz hasta el último rincón del país a través de la Red Nacional de Radio y Televisión» (woooooo, el último rincón del paíiiiiis) . No me quedó claro qué significa el dato, en términos prácticos, pero me hizo recordar que en 1962 López Mateos tomó protesta a 300 mil conscriptos en todo el país por medio de «un sistema de radio». A saber si querían decir eso en este 2010 o solamente querían decir que la cadena nacional es la cadena nacional.

Sigo contando: en ese 1962 hubo un desfile conmemorativo en Puebla, con 15 mil efectivos, entre conscriptos, tropas y alumnos de escuelas militarizadas. Hubo otra cosa entretenidísima: un equipo de 120 corredores, de los cuales 60 eran poblanos llevaron a carrera limpia y hasta puebla una caja que contenía tierra del sitio de nacimiento de Ignacio Zaragoza (o sea, hablamos de Goliad, en la lejana Texas, alguna vez mexicana) y una antorcha con un fuego conmemorativo (como pueden ver no estamos inventando NADA en materia de conmemoraciones). Habían comenzado a correr el 21 de abril y el 1 de mayo andaban entrando a Puebla y un corredor de 18 años, Agustín Moreno, le daba el dichoso cilindro de tierra al gobernador Fausto M. Ortega.

Pasaban cosas ese mayo de 1962: era la quinta semana de éxito en cartelera de «Psicosis», de Hitchcock, Jorge Ferretis, Director General de Cinematografía se había muerto el 28 de abril y las esquelas abundaban. Se anunciaba la película «El centauro del Norte» con José Elías Moreno y María Antonieta Pons que presumía de presentar al cineaficionado «¡las más bonitas canciones de la época!» en esta película «emotiva, alegre, comántica y muy mexicana».

Como ya estaban a un pelo de los festejos del 10 de mayo, Los anuncios ya se centraban en el tema. Liverpool ofrecía «el regalo ideal para mamá», un delantal de algodón a sólo 14.95 pesos.  (suena, tantos años después, hasta ofensivo, pero me acuerdo que, en los sesenta, el delantal era una prenda de uso frecuente entre las amas de casa de algún tipo). Claro que también había regalos de más clase, como guantes de cabritilla a 45 pesos, semilargos de nylon a 49.50 (y no sé en qué momento las mujeres dejamos de usar guantes. tan bonitos que son. Aunque con los 32 grados que dicen que hay ahorita al mediodía del 5 de mayo de 2010, ni a quien se le antojen).

Se emitieron en ese mayo de 1962 dos medallas (¿monedas?) conmemorativas: de oro, una que representaba a Zaragoza a caballo. ¡37.5 gramos oro, 38 milímetros de diámetro y costaba 585 pesos con todo y estuche! La de plata también con Zaragoza a caballo, 19.8 gramos plata, 36 milímetros de diámetro, costaba muuucho menos, como diez pesos.

Se editó un libro conmemorativo:  «A cien años del cinco de mayo de 1862», auspiciado por Manuel J. Sierra, quien era el oficial mayor de la Secretaría de Hacienda, donde escribieron Catalina Sierra Casasús, personaje interesantísimo, Agustín Yáñez, Rubén Bonifaz Nuño, Melchor García Reynoso. La comunidad artística de Corpus Christi, Tecas, también se disponían a emprender enorme fiesta, y la publicidad aprovechaba para hacer patente su presencia en aquella jornada de conmemoraciones: Tequila Cuervo, por ejemplo, en un anuncio entero (una plana… nada despreciable), le decían a los lectores de la ciudad de México: «Cuando las armas nacionales se cubrieron de gloria frente a la ciudad de Puebla en 1862, hacía 39 años que el pueblo mexicano brindaba con Tequila Cuervo…» y, para que vean lo que era la economía en aquellos años, el Banco de Comercio de Puebla invitaba a todo el país a invertir en el estado, con las siguientes ventajas: a. Exención fiscal por 10 años. b. Los salarios y costos eran más bajos que en el DF. c. Su cercanía a la ciudad de México y al puerto de Vercaruz. 4. Disponibilidad de agua y electricidad.

Son algunas cosas de otro centenario, de otro país que tenía aún mucho de rural. Era otro cinco de mayo, claro, distinto al de 2010 donde la efeméride cívica se ajusta a la agenda politica de un gobierno. Si eso no es tener una idea concreta de para qué sirve la historia, díganme entonces qué es.




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