Ignoro quién sea el autor de la idea delirante de poner al presidente de la República a cabalgar por el cerro de Chapultepec. La foto que ha circulado en algunas partes es, hasta eso, bonita. Pero este es uno de esos casos donde uno hace la perra pregunta: ¿como para qué? Exactamente, ¿qué se deseaba conseguir con la ocurrencia? Algunos periódicos on line cabecearon que con esta peculiar puntada, el presidente «evocó» el recorrido que hace 98 años hizo Francisco I. Madero, del castillo de Chapultepec a Palacio Nacional, para acudir a su cita con la muerte y la traición…. evocar… ¿y no podría evocar a Madero sin necesidad de subirse al caballo? Esto es como aquel rollo del año pasado, según el cual, si no estábamos ante los restos de los héroes de la Patria resultábamos unos pobres idiotas que no hemos comprendido, como hijos desobligados, la trascendencia del legado de los héroes de la insurgencia. Es como aquel personaje, del que ya hemos hablado aquí, que, cuando sacan a orear (después de los numeritos del año pasado ya sabemos que en 1895 no le aplicaron los tres movimientos de Fab -remoje exprima y tienda-) a los restos de Hidalgo y sus ilustres compañeros, insiste en que las honorables autoridades de la catedral permitan que su sobrinito le dé un besote al cráneo del padre de la patria.
Como ahora me cuentan que, al abrir las mentadas urnas, eso «olía a muerto» de a deveras, sabemos ya que no hubo operación limpieza -detalle morboso: me dicen que hasta venas tenían pegadas todavía algunos huesitos-, como en su momento aseguraron algunos periódicos como El Mundo Ilustrado (Carajo. ¿Ven? Otra volada) y por eso debemos dar gracias que, en su momento, los periódicos de la época no recuperaron las declaraciones del escuinclito, que, hasta donde recuerdo respondía por Idelfonso, porque seguramente habrían resultado impublicables. Para que vean como era la vida antes de que a alguien se le ocurriera que los niños tenían derechos.
Y todo esto como para concluir que, en esto de las evocaciones históricas, hay que tener cuidado con las equivocaciones. Hicieron cabalgar al presidente en un tramo donde seguramente el riesgo estaba acotado a lo mínimo (ustedes opinarán lo que gusten del Estado Mayor Presidencial, pero de que conocen su negocio, lo conocen y muy a fondo, y no se andan con bobadas ni especulaciones-) y precisamente por eso, nadie de ese conglomerado que llamaríamos «pueblo», «sociedad civil» y yerbas similares vio al presidente en su interpretación de don Pancho Madero. Es decir: lo hicieron darse el paseíto ecuestre para tomarle la foto rodeado de los cadetes del Colegio Militar -que deben haber estado encantados- , para tomarle el video que se manejó en algunos noticieros. Es decir, se inventa una ilusión mediática, un artificio con pretensiones históricas para consumo de los medios. El problema es que juguetitos de comunicación de este tipo no garantizan la primera plana de TODOS los periódicos, y no mucho más de unos cuantos segundos de televisión. Y el hecho de que se publique o transmita no lo convierte en un éxito. Exponen al señor que trabaja de presidente y a la investidura presidencial que tantos bocones juran por su madrecita que están dispuestos a defender, a la mofa, a la befa, al escarnio y al pitorreo característicos del humor mexicano. Vuelvo a preguntar, ¿como para qué?
Lo peor es que se me ocurren una bola de preguntas incómodas, de esas a las que a nadie de aquel lado le gusta contestar, aunque el IFAI les tuerza la manita: ¿por qué este año? ¿Por qué no en 2010? ¿Por qué no en 2011? ¿Por qué no en 2012, digo, para cerrar con broche de oro? ¿por qué el aniversario 98 de la Marcha de la Lealtad es mejor que el 97, que el 96 o el 99 como para hacer estos osos? Y ya que vamos a hacer el oso, ¿cómo le hacemos para que funcione y la gente no lo agarre de botana? ¿es que hay osos inevitables? Hasta quedaba mejor la foto del presidente lanzando pelotas de beisbol. Mejor las curiosidades cotidianas que andar en eso de las evocaciones de bulto. Claro que podría ser peor: no hemos sabido de invocaciones espiritistas… hasta el momento.
Ahora que llegue junio, ¿van a p0ner al presidente a cabalgar o lo van a trepar en un coche descubierto -y si se consigue carruaje descubierto mejor- para «evocar» la entrada triunfal de don Pancho hace un siglo? Si ya sabemos que la «evocación» de Hidalgo del 16 de septiembre de 2010 (poner al presidente a repetir, en el mismo lugar y a la misma hora las mismas palabras conque Hidalgo desató el mitote independentista) pasó prácticamente inadvertida porque tres cuartas partes del país estaba profundamente dormida después de la pachanga de la noche anterior, y la otra cuarta parte (y es, lo admito una estimación optimista) estaba en una muy relativa vigilia, y no advirtió la riqueza del detalle, yo aún tengo la perra duda: ¿qué se gana con volver realidad estas ocurrencias?
Y la mera pregunta importante: ¿quién se muere de aburrimiento y ocio en alguna parte del gobierno federal como para andar inventando estas puntadas, que flaco favor le hacen a la investidura presidencial? Y ya mejor no pregunto qué dice la normativa de la banda presidencial sobre eso de irse a pasear a caballo con el accesorio puesto.
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