Posts Tagged ‘Monedas conmemorativas

02
Jun
11

Preguntitas (y respuestitas)

Las carreras de la vida, las peculiares circunstancias del pasado reciente, a ratos hacen que guarde «para al ratito» algunas de las preguntas que llegan a este Reino. Algunas muy buenas, la verdad, y otras dan para entradas completas y algunas, se entiende, tienen que ver con propósitos urgentes. Prometo responder más cosas a medida que avancen los días, pero por lo pronto, aquí hay algunos datos útiles para los que se interesan en algunas de las historias de este Reino:

  • Buenos datos biográficos de don Joaquín D. Casasús, abogado y especialista financiero de los días de don Porfirio, están en el libro espléndido que hace años escribió uno de sus descendientes: «El Exilio, un relato de familia, de Carlos Tello Díaz». Lectura muy recomendable ahora que se acaban de cumplir 100 años de la salida de don Porfirio de México, a bordo del Ipiranga. Aquí hemos hablado de él en función de su parentesco con don Nacho Altamirano, quien lo quiso mucho, no sólo por ser esposo de su hija consentida, Catalina Guillén-Altamirano, sino porque había sido uno de sus alumnos más talentosos y con quien se entendía, en muchas cosas, a la perfección. Si los curiosos buscan en los archivos de este Reino, por acá tenemos una foto de la hermosa tumba que resguarda a don Joaquín, allá en el Panteón Francés de la Piedad de la ciudad de México. Y por cierto, don Joaquín se murió el 25 de febrero de 1916, en Nueva York.
  • Sobre Calleja y las cabezas de los insurgentes: La condena a muerte para los caudillos insurgentes estaba cantada desde fines de septiembre de 1810, cuando el virrey Venegas le puso precio a la cabeza de Allende y de Miguel Hidalgo: nomás 10 mil pesos, una verdadera lanota. El caso es que nadie puso empeño tal que lo consiguiera hasta que en Acatita de Baján fueron atorados los insignes caudillos y conducidos a Chihuahua para su juicio y consecuente ejecución.
  • En octubre de ese 1811 llegarían a Guanajuato las cabezas de Hidalgo, Allende, Aldama y Jiménez, todas conservadas en sal, recurso que les debió haber dado un aspecto bastante horroroso. Se colgaron en las esquinas de la Alhóndiga, escenario de una matanza terrible y del nacimiento de la pésima reputación que en el Bajío adquirió la insurgencia durante aquella campaña primigenia. La colocación de las cabezas fue acompañada por una inscripción elaborada por el intendente de Guanajuato, don Fernando Pérez Marañón,  atendiendo las órdenes de Calleja, y que dice así:
  • «Las cabezas de Miguel Hidalgo, Ignacio Allende, Juan Aldama y Mariano Jiménez, insignes fascinerosos y primeros caudillos de la revolución; que saquearon  y robaron los bienes del culto de Dios y del real erario; derramaron con la mayor atrocidad la inocente sangre de sacerdotes fieles y magistrados justos; y fueron causa de todos los desastres, desgracias y calamidades, (sic) que experimentamos, y que afligen y deploran los habitantes todos de esta parte tan integrante de la nación española.  Aquí clavadas por orden del señor brigadier don Félix María Calleja del Rey, ilustre vencedor de Aculco, Guanajuato y Calderón, y restaurador de la paz de esta América. Guanajuato, 14 de octubre de 1811.»
  • Resulta tan oscura esta sentencia, que es muy entendible el road show de desagravio que hicieron a las cabezas y a sus respectivos esqueletos cuando, en 1823, se les trasladó a la ciudad de México.
  • El «himno del Bicentenario»: Pues según se vea. Existió algo que se llamaba «El futuro es milenario» (ugh) pieza espeluznante debida a la inspiración de Aleks Syntek y Jaime López. Como es posible ver, hay combinaciones mortíferas. Es una pieza perfectamente olvidable, que puede consultarse en la página oficial de las conmemoraciones de 2010 (www.bicentenario.gob.mx, y no, no lo voy a linkear) y otra pieza, prácticamente desconocida, que se llama «Nuevo Canto a México», y que ganó (entérense) el concurso (entérense también) que el gobierno federal hizo (les digo puras noticias nuevas; nadie se enteró en su momento) para conseguir un «tema conmemorativo». La pieza no está mal, y es del compositor José Miguel Delgado, y se consigue en la misma página de marras.
  • Las moneditas conmemorativas de 5 pesos del Centenario y el Bicentenario: el honorable público se inquieta porque «están escasas» las monedas de Nicolás Bravo y Emiliano Zapata. De hecho, TODAS están escasas, y más aún los «coleccionadores», uno de los peores osos cometidos el año pasado en materia de conmemoraciones. Sugiero se compren una cajita bonita para guardarlas y tengan paciencia; poco a poco van cayendo. Yo tengo, entre mis repetidas, tres Zapatas y un Bravo; es cosa de persistir.
  • La entrevista a Porfirio Díaz. Aclaro que esta entrevista no la hizo nadie del personal de El Imparcial, como ha llegado la pregunta. La entrevista apareció en la Pearson´s Magazine, en marzo de 1908, y estaba firmada por el entrevistador, el periodista estadounidense James Creelman. Lo que hizo El Imparcial fue traducir algunos fragmentos. La entrevista, traducida al español, está en una muy decorosa edición del Instituto de Investigaciones Históricas de la UNAM, con prólogo de don Álvaro Matute.
… estas son unas cuantas respuestitas, en cuanto pueda, desahogo unas pocas más…
05
Ene
11

Jarabe de ajolotes (sniff) o miren qué tierno Abuelo (Guillermo)

 Me habría gustado, por pura elegancia, comenzar  con propiedad las entradas de este Reino y hablar de algunos de los muchos temas que traigo entre zarpas: las voladas periodísticas, cómo es que Wikileaks no es novedoso sino por el alcance del mecanismo de circulación (los contenidos, producto de la condición humana, no tienen nada de novedosos), unas cuantas historias más de huesos ilustres, conmemoraciones fallidas, debates de historiadores, en fin. Pero lo cierto es que (sniff) vivo desde hace varias semanas oscilando entre la vida y eso que plenamente se llama «malvivir» a causa de una intermitente y repugnante infección de la garganta, combinada con un conato de gripa y luego dos gripas declaradas, la segunda más perra que la primera, que han hecho de mí (sniff) una pobre víctima de los elementos. Es muy feo eso de que le dé a uno el aire y le duela. Nada más porque los dioses de la radio son generosos con los inocentes, es que «Historia en Vivo» del pasado 1 de enero [ojo: rigurosamente en vivo] pudo llevarse a cabo con relativa normalidad, habida cuenta de la cariñosa custodia de Sandrita y don Javi, ángeles guardianes dispuestos a reanimarme con jugo de arándano si me ahogaba por la tos, sniff. Lo bueno fue que no hubo necesidad. Por primera vez en un muy buen rato, la congestión nasal, la tos y la sensación de que la vida no vale nada me obligaron a refugiarme en mi cama, abrigada y provista de muchos líquidos y de una de las mejores invenciones del género humano: las Gomas Garde G, gomas (valga la redundancia) hechas con goma arábiga, que, me cuentan, existen [en forma de pastillas] como desde los años 30 del siglo XX, y que en su actual versión de sabor naranja y con vitamina C [las que dicen contener benzocaína no me inspiran ni un gramo de confianza]me han hecho un tanto llevadero el tormento de la tos.

Pero todo este largo lamento tiene la puntita de una historia simpática, que tiene que ver con el patrono protector de este Reino, mi tatarabuelo Guillermo Prieto. Hará cosa de unos nueve años, me vi en similares problemas de salud. Por esos, días Radio Trece explotaba mi fuerza de trabajo en el área de noticias. Én esa ocasión vencí a la gripa antes que a la tos y, pese a todo, en algún momento, se me cerró la garganta y me quedé sin voz. Presa de la desesperación producida por no poder decir ni «miau» en tono y tesitura normal, acabé en una tienda naturista, a la vuelta de casa, en busca de algún remedio que paliara mis males, ya que la medicina alópata no lo había conseguido.

Huroneaba en el escaparate de la dichosa tienda, buscando un jarabe sin miel de abeja, cuyo sabor me desagrada profundamente, cuando la señora responsable del sitio me sugirió recurrir al «jarabe de ajolotes», que era muy, muy bueno, según me aseguró. En tres patadas estaría como nueva. Ya preparaba una respuesta cortés pero reacia a caer en extravagancias exóticas, cuando la buena mujer me puso delante un frasco con el mentado jarabe. Desde el frente del envase blanco de plástico, me contemplaba Guillermo Prieto, en un dibujo inspirado en un muy buen retrato que se conserva de sus días de ancianidad. Coronaba el retrato el nombre del producto: «Jarabe del Abuelo». En la parte trasera, el frasco rezaba: «Jarabe de ajolotes. Tónico reconstituyente. Alivia la TOS. El único remedio que cura radicalmente [ojo] el asma, bronquitis, toses inveteradas [qué bonito], catarros, pulmones, tisis, neurastemia [sic] y debilidad general [‘ai nomás]».

Ocurre que por aquellos días, estaba yo en el trance de acabar un librito biográfico sobre Guillermo Prieto. Evidentemente, no se trataba de una casualidad; era un detalle que al bueno de don Guillermo le habría arrancado carcajadas. No lo dudé mucho más, aparte del jarabe de propoleo [por si las dudas], me llevé el frasco con el retrato del Romancero, no sin antes reportear un poco a la dueña del negocio.

De esa manera me enteré que el «Jarabe del Abuelo» no se llamaba así sino desde hacía unos ocho o diez años. Toda la vida se había vendido con otro nombre, aparejado con el título de «Jarabe de Ajolotes». Atenida al dato consignado en el frasco, me enteré que se produce en la ciudad de Puebla, desde 1839. Muy coherente con los beneficios que pregona: pareciera uno de esos «curalotodo» a los que eran tan aficionados los decimonónicos de estos y muchos otros lares. Ocurre, sin embargo, que en tiempos recientes, algún vivales decidió piratear el jarabe.  Entonces, los originales creadores del brebaje optaron por cambiar nombre de batalla y presentación; conservaron todo el discurso acerca de las virtudes curativas de su producto, y seguramente, en busca de alguna nueva etiqueta, dieron con la hermosa foto de don Guillermo. Inocentemente,  les debe haber parecido «un viejito muy tierno», ignorantes de la peor mala fe que Guillermo Prieto podía producir en sus mejores momentos, capaz de escribir «con ponzoña de escorpiones», como él mismo llegó a decir de un textito que le escribió a Antonio López de Santa Anna en ocasión del cumpleaños de «Tres Cuartos» (uno de los muchos apodos de Santa Anna desde que perdió la pierna), y que le valió el destierro a Querétaro.

La historia no se acaba aquí: si bien el jarabe de propoleo me sirvió para librar la talacha diaria en la estación de radio, fue el jarabe de ajolotes el que me curó realmente. Cuando lo abrí, debo admitir que me dio un cierto repelús: para empezar, no tenía consistencia de jarabe. De hecho, era una agua de aroma fuerte e indefinido, y transparente con color grisáceo. Eso, pensé, no era un jarabe. A lo más, era el agua en la que los ajolotes se habían bañado o se habían enjuagado las patitas. ¿eso era la maravilla que pregonaba el frasco, y que, aseguraba, estaba elaborado «según fórmula original, con productos de la mejor calidad (¿¿ajolotes premium??)?

El caso es que le di un buen trago. El jarabe de ajolotes no sabe mal, no es desagradable, no tiene mal gusto. SABE A MADRES, no hay otra forma de decirlo que represente de manera precisa y gráfica mi juicio categórico. Fuera porque de lo mal que sabe, algo se cimbró dentro de mí, a mitad de camino entre el horror y el susto; fuera porque de a deveras es un remedio eficaz desde 1839, con ese y unos pocos traguitos [los siguientes fueron traguitos, lo juro], se acabaron la tos y la garganta cerrada. De veras. Unos pocos años después, unos cuatro o cinco, en un trance desesperado (a sabiendas del sabor del jarabe de ajolotes les aseguro que estaba desesperada), y para evitar quedarme sin voz en plena chamba, me compré otro jarabe de ajolotes, «Jarabe del Abuelo». Insisto: no sé la razón, lo cierto es que esa cosa me curó.

Y aquí estoy, sniff. Esa es la clave. Mea culpa. Me olvidé esta vez del jarabe patrocinado por Guillermo Prieto, y en el pecado he llevado la penitencia, sniff. Ahora me cae el veinte. Mañana voy por uno.

POSTDATA.- Y como juguetona (sniff) revisión-interacción con los amables visitantes de este Reino, aquí algunos comentarios acerca de las preguntas recientes y búsquedas que  hacen llegar hasta estas tierras (sniff) a algunos apreciados lectores de este Reino:

  • Antes que nada, hay que reconocer la gran cantidad de viajeros que llegan atraídos por la información que puedan recuperar de la escena, ahora célebre y destinada a permanecer en los anales de la memoria colectiva, donde Miguel Hidalgo y Josefa Quintana (o sea Demián Bichir y Ana de la Reguera) tienen un apasionado encuentro sexual (es notoria la cantidad de gente que llega a la respectiva entrada de este Reino tecelando «Hidalgo cogiendo»).
  • Ni se ilusionen: NO ES CIERTO que en los bancos le dén a uno más dinero que cinco pesos por la moneda de cinco pesos con la efigie de Francisco Primo de Verdad y Ramos. Cinco pesos son cinco pesos, aunque sea monedita bicentenaria. Mejor guárdenlas. 
  • Los Centenarios de oro que todavía hoy cotizan en los mercados financieros, se acuñaron no para el centenario de la independencia, como mucha gente suele pensar. La moneda en cuestión fue obra del gobierno de Álvaro Obregón en 1921, para las conmemoraciones del Centenario de la Consumación de la Independencia. Según los informes presidenciales de don Álvaro, lecturas bastante entretenidas, la moneda fue todo un éxito: su valor facial era de 50 pesos ORO,  y, según leo, a mucha gente le pareció importante y útil, porque, debido a su «alto monto» [y sí, 50 pesos de 1921 no era una lana despreciable] tenía demanda para hacer operaciones comerciales y empresariales.
  • El jarabe que se ejecutan en la escena de la fiesta en «Hidalgo, la Historia Jamás Contada», de Antonio Serrano es «El Cupido», y está en el hermoso soundtrack que se consigue ya.
  • No tengo la menor idea de «cuántas veces se han agarrado a balazos en Carácuaro», cosa que me parece muy lamentable (lo de agarrarse a balazos, digo). La inseguridad en Michoacán le dio al traste con una carretada de conmemoraciones concretas y reales que pudieron haberse hecho. Pero lo que sí tengo muy claro es que en el verano de 2007, cuando empezaban estas cosas de la grilla bicentenaria, hubo noticia de un importante enfrentamiento con personajes que parecían ser criminales -tan difusa es la información sobre el punto- y el ejército mexicano, precisamente en Carácuaro. Los que sigan tercos en pensar en la hipótesis según la cual los restos de Morelos -esos que ya aparecieron- están en un cementerio de Carácuaro, llevados por Juan Nepomuceno Almonte en algún momento antes de irse del país, bien pueden ir organizando una excursión, dudosamente realizable a causa de las penosas circunstancias de estos días.
  • El monumento a la Revolución sirve de tumba a Francisco I. Madero, a Venustiano Carranza, a Francisco Villa, a Plutarco Elías Calles y a Lázaro Cárdenas, algunos de ellos amigos entrañables que se la pasaron peleando a muerte. Horas de sana diversión ultraterrena garantizada.
  • Por favor, por favor, por favor: Guillermo Prieto y Benito Juárez no eran «revolucionarios» en el sentido que hoy día usamos; les tocó su rato de historia medio siglo antes de que el término se aplicara a un movimiento político y social que encabezó un tal Panchito Madero.  Por eso las mediciones de Roy Campos afirman que cuando pregunta por los personajes de la Independencia y la revolución, salen, más o menos en este orden, Hidalgo, Morelos, Villa, Zapata… y Juárez. Chin. Ah, y «Juárez» se escribe con «z».
  • Y no, no voy a contar cómo se muere el Benny en la película «El Infierno». Además, el DVD de la película ya está a la venta y hasta final alternativo trae. ‘Ai ustedes escojan.
  • Y, por cierto, no se escribe «fusilación», sino «fusilamiento»…. juro que con estas puntadas también se me congestiona la respiración de las neuronas (sniff).

POSTDATA A LA POSTDATA.- Les prometo que mañana pongo las fotos de todas estas entradas recientes. De veras, la gripa está tan perra, sniff, que ni para ilustrar bien ando…. mil disculpas, sniff.

29
Dic
10

La persistencia de la memoria: el retrato de doña Josefa

Estas son las cosas que nos susurran, perversamente y al oído, que este asunto de las conmemoraciones exigía la hechura de un Manual de Conmemoración Básica Tomo 1, para que luego no saliéramos con cosas como esta:  Héte aquí que he logrado completar una colección de moneditas de cinco pesos, conmemorativas del Bicentenario y el Centenario. Un golpe de suerte puso en mis manos, de un jalón, la moneda de don José María Pino Suárez y de doña Josefa Ortiz de Domínguez (que los dioses de los centenarios bendigan a las chavas del Starbucks de Guanajuato). Despues de dar tres saltos de conejo de puro contenta, me puse a examinar las monedillas en cuestión, y, aunque ya sabía que no son un dechado de proporción y corrección iconográfica (Álvaro Obregón es muy poco reconocible, el sombrero de Zapata es desproporcionadamente grande, etc, etc. etc,) y aún cuando sé que raramente volveremos a ver un retrato de Pino Suárez tan bueno como el gran retrato que su familia donó al renovado Museo Nacional de la Revolución, la moneda hace que me ponga a pensar si, por morbo, valdrá la pena preguntar al Banco de México quién fue su genio creador.

Porque la monedita de la Corregidora, oh, amigos míos, de repente me arroja la certeza de que muchos esfuerzos se han ido al caño, con cosas como estas: o mucho me equivoco, o, en un acto de haraganería mental y material, en Casa de Moneda no se dignaron crear un nuevo troquel para esta moneda: Josefa Ortiz de Domínguez sigue siendo la señora más que sesentona que conocí en mi cada vez más lejana infancia, en las monedas de cinco centavos. Ha valido gorro que digamos en todos sitios y todos lugares que, en los días de la agitada rebelión desatada por Hidalgo, doña Josefa rondaba los cuarenta años y, cuentan era de no malos bigotes, además de su fama de «seductora», aplicada la palabra en el sentido antiguo, es decir, propagandista de la causa insurgente.

Pues no. Ni  siquiera porque se ha llamado la atención sobre esa bonita figura de Corregidora joven, con su coqueto vestido imperio, allá en una céntrica plaza queretana, esa bonita Corregidora joven erigida hace un siglo (o sea, allá sí hicieron su tarea en su momento), más cercana a cómo pudo haber lucido , con todo y sus catorce hijos, doña Josefa. La vimos rejuvenecida en las imágenes de Benjamín Orozco, hechas para la Coordinación Ejecutiva etc., etc., etc., federal de las conmemoraciones de 2010. Cierto es que ese hermoso retrato perdió mucho cuando mi querido amigo Benjamín emplastó el óleo del cabello de la joven señora, pero a estas alturas, ya qué se puede hacer. En «Héroes Verdaderos» insistimos en que se dibujara y animara a una Corregidora joven de voz aterciopelada -que por cierto, pertenece en el reino de todos los días a doña Jacqueline Andere-. O sea, todo eso le valió un cacahuate a la Casa de Moneda, como tantas otras cosas: Xavier Mina, en su moneda, sigue siendo «Francisco Xavier Mina», y aunque rescataron personajes importantes, chihuahua, otra vez, tenemos a esa Corregidora entrada en la vejez, como la viejita sentada en su sillón, con su chal en las piernas y otro sobre los hombros, allá en la plaza de Santo Domingo. Que seguramente es la imagen que los chilangos de hace 190 años tenían de la buena señora. Finalmente, todos llegaremos un día a esas situaciones, pero, en materia de conmemoraciones Básicas [Tomo 1], digo yo, ¿por qué nadie quiso rescatar a esa mujer aún joven que conspiraba, cuentan los testigos, con todo su empeño? Pura flojera mental, caray, ganas de no espantar a las musarañas que aún anidan en el cerebelo de unos cuantos. Pero no hay que olvidar a esa mujer que todavía porta una antorcha en una coqueta placita de la ciudad de Querétaro. Vital y enérgica, como es más sano y emocionante y espléndido recordarla.

18
Nov
10

Moneditas

Aquí, entre todas las chácharas bicentenarias, la efigie de Francisco Primo de Verdad

No sé cuantas tengan ustedes. Yo, abandonada a las bondades del azar, ya llevo ¡treinta y tres! de las 37 monedas de cinco pesos, conmemorativas del Bicentenario del Inicio de la Independencia y del Centenario del inicio de la Revolución, que comenzaron a circular a fines de 2008 y que en estos meses deben estar terminando su ciclo de emisión.

 Y me digo abandonada a las bondades del azar porque es la curiosa manera de planear la circulación y las peculiares ideas del área de emisiones del Banco de México los que han determinado que sea el azar y solamente el azar el factor que rige a quienes tenemos el interés –genuino, morboso o curioso- de coleccionarlas, platicarlas e intercambiarlas, como cuando, en nuestras infancias estábamos dispuestos al voraz y despiadado trueque de estampas del álbum de moda en cuestión. Que me acuerde, logré llenar el de las caricaturas –chin, decir caricaturas me delata generacionalmente: ahora se les dice “serie de dibujos animados”- de la Pantera Rosa, el de los diminutos cartones en “tercera dimensión”, que venían en los Gansitos y demás pastelillos industriales y que eran un muestrario de la cultura pop sesentera y setentera. Desde luego, el cursilísimo álbum de los cursilísimos monitos de “Amor Es…”, había uno de series y personajes de la televisión sesentera… con una impresión a color bastante mala, pero era lo que había… Se solicitan memoriosos que aporten a la comunidad de este Reino de Todos los Días más álbumes de los que mi memoria abarca.

 Y estas historias de coleccionismo tienen que ver con la perseverancia, con el humano impulso del que busca los elementos que el día de mañana dejarán de ser presente para volverse pasado, para volverse memoria.  En aquellos años reuníamos con tesón sobres y sobres de estampas en una honesta búsqueda de la completitud, del cierre del círculo, de la composición de la narración entera. Claro, había excepciones: algún tramposo sin noción del bien y del mal -cuyas consecuencias aún duran en su edad adulta- llegaría a abrir subrepticiamente los empaques de los panes Bimbo del supermercado para espulgarlos y extraer alguna estampa codiciada. Dirán que el fin justifica los medios, pero hay quien inicia desde temprana edad su camino a la perdición y asegura su sitio en el Purgatorio.

 De manera que, como el Banco de México le explicó, a esta servidora, en algún momento de 2009, que no habría coleccionadores ni venta de colecciones completas de monedas, ha sido el Azar con mayúscula, el despiadado azar, el que nos regale, una a una, escatimándolas, repitiéndolas, escamoteándolas, las 37 monedas conmemorativas que a fines de este año todos los interesados deberíamos tener.

 Y ha sido el azar el que ha permitido que en las colecciones sigan perviviendo los mitos chiquitos de siempre. En las monedas de marras, Xavier Mina se sigue llamando Francisco Xavier Mina, Ignacio Rayón se sigue llamando Ignacio López Rayón,  y las malas lenguas afirman que la culpa es  la pasada legislatura quien, con su información histórica estándar repitieron los lugares comunes históricos masivos y así se quedan las cosas, porque el decreto que da origen a esta colección de monedas conmemorativas así lo dispuso y la corrección histórica se va a la goma.  Leyenda mata dato, así de sencillo.

 En esta colección solamente veremos aparecer a tres mujeres: a Carmen Serdán, a Leona Vicario y a “La Soldadera”  (sin que sepamos bien a bien qué significa para los señores de la Casa de Moneda esta expresión). Curiosa idea -otra vez los mitos- de adjudicar a los barullos de hace un siglo la existencia de estas mujeres que marchaban junto al hombre rumbo al campo de batalla, encargadas de darles de comer, de alimentar al caballo, de «confortarlo sexualmente» (what?), como opina un libro bastante eufemísitico que hay por allí sobre las soldaderas, cuando lo cierto es que soldaderas ha habido en todos los conflictos que ha vivido este sufrido país. En fin, el gugar común sobrevive, clasificado como una de las monedas conmemorativas del Centenario de la Revolución de 1910. No obstante, hay que reiterar algo bastante lógico: soldaderas hubo siempre. ¿No sabemos acaso que a Hidalgo lo seguían hombres con familias, mujeres con niños? ¿No renegaba Concha Lombardo de la propuesta de matrimonio de Miguel Miramón porque no tenía intención alguna de seguir a su marido a la guerra “con el niño y con el perico”?

 Pero, por otro lado, es agradable y emocionante que la lista incluya a los hombres de ideas, porque las ideas también son acción, además de los militares heroicos y los líderes fundacionales: me encanta hallar a don Carlos María de Bustamante, al tremendo e incorregible fray Servando Teresa de Mier, a Filomeno Mata y a otros más como Andrés Molina Enríquez. Me entero, además de que en esta afortunada selección ha tenido que ver mi querido maestro, el doctor Álvaro Matute. La historia política es importante, pero no lo es todo, afortunadamente.

 En fin, que  para los interesados, aquí van las listas de las emisiones como deberían estar circulando, para que palomeen las que ya se tienen y se intensifique la búsqueda de las faltantes:

 MONEDAS CONMEMORATIVAS EMITIDAS EN 2008

1. Ignacio Rayón (la moneda dice Ignacio López Rayón)

2. Álvaro Obregón

3. Carlos María de Bustamante

4. José Vasconcelos

5. Xavier Mina (pero la encontrarán como Francisco Xavier Mina)

6. Francisco Villa

7. Francisco Primo de Verdad y Ramos

8. Heriberto Jara

9. Mariano Matamoros

10. Ricardo Flores Magón

11. Miguel Ramos Arizpe

12. Francisco J. Múgica

13. Hermenegildo Galeana

 MONEDAS CONMEMORATIVAS EMITIDAS EN 2009

1. Filomeno Mata

2. José María Cos

3. Carmen Serdán

4. Pedro Moreno

5. Andrés Molina Enríquez

6. Agustín de Iturbide

7. Luis Cabrera

8. Nicolás Bravo

9. Eulalio Gutiérrez

10. Servando Teresa  de Mier (Así, sin el “fray”. Ha de ser por eso del estado laico)

11. Otilio Montaño

12.  Belisario Domínguez

13. Leona Vicario.

Convengo en que  algunos de estos nombres resultarán perfectamente desconocidos para muchos mexicanos que tendrán en sus manos estas monedas.  Esa es la otra parte: ojalá el Banco de México recapacitara y ponga a disposición de los interesados un bonito coleccionador que incluya las biografías de TODOS los incluidos en la emisión de monedas. Evidentemente faltaban digamos, las piezas fundamentales, las más codiciadas. Esas son las que este año, deberían estar en circulación:

 MONEDAS CONMEMORATIVAS EMITIDAS EN 2010 

1. Miguel Hidalgo

2. Francisco I. Madero

3. José María Morelos

4. Emiliano Zapata

5. Vicente Guerrero

6. Venustiano Carranza

7. Ignacio Allende

8. La Soldadera (!)

9. Guadalupe Victoria

10. José María Pino Suárez

11. Josefa Ortiz de Domínguez

 Así las cosas, ármense de paciencia y dispónganse al trueque civilizado. Hace un par de meses oí en el mercado la queja de un carnicero que decía tener ya cinco monedas de Iturbide. Por lo pronto, y cuando faltan DOS DÍAS para el Centenario del inicio de la Revolución, puedo decir, satisfecha, que solamente me faltan José María Pino Suárez, Ignacio Allende, doña Josefa Ortiz de Domínguez y Guadalupe Victoria. Tengo algunas cosillas repetidas. Se aceptan canjes.

 NOTA DE JUEVES: Mientras escribo estas historias de moneditas centenarias y bicentenarias, una manada de chamaquitos de preescolar cantan, a grito pelado, y valiéndoles gorro la entonación, el Himno Nacional. Los oigo porque el jardín de niños al que asisten está frente a mi casa. Desde hace dos semanas, he escuchado de manera insistente, «La rielera», señal de que preparan un baile alusivo a la ceremonia conmemorativa de la Revolución de 1910. En un entorno de tanto pleito y pataleo por las conmemoraciones, el que haya maestros que sigan haciendo con perseverancia su trabajo en materia de educación cívica, es una pizquita de consuelo, frente a tan accidentado año. Debiéramos volver a escribir el Manual de Conmemoraciones Básicas 1. O inventar el curso propedéutico. No para este sábado, pues ya faltan solamente, insisto, DOS DÍAS. Más bien para repensar en qué fracasamos, y qué logramos. El día está gris. Como si me diera alguna respuesta.




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