Posts Tagged ‘José Emilio Pacheco

03
Jul
14

Destilado de Historia 2: JEP, la historia, la huella del pasado.

Ecos y personajes del pasado se redimensionan en la poesía y en la prosa de JEP.  Son los recuerdos, los chispazos, algunos rescatados de la propia biografía, los que se insertan en el gran discurso de la historia. Me imagino al niño Pacheco Berny que alguna vez miró en la calle a doña Sara Pérez de Madero, en su vejez, «siempre de luto por su marido asesinado», como está escrito en «Las Batallas en el Desierto». Y en ese retrato, trazado apenas en unas cuantas líneas, asoma el eco de la Decena Trágica, en la figura de una viejecita a la que JEP miró rodeada por un halo de dignidad, sobreviviente de algunos de los días más oscuros que ha conocido este país.

La mirada de JEP convierte a Maximiliano de Habsburgo, a la sombra al fantasma de Maximiliano, en un pobre ser, seguramente abrumado por la soledad del Mictlan, que sale a canjear un alfiler de oro, una rosa negra y un ejemplar del Diario del Imperio por un niño, acaso para que disipe el infinito silencio que debe reinar en las entrañas del Cerro del Chapulín. Acaso la compañía de un niño para borrar el recuerdo del principito Iturbide que escapó al mal fario del segundo imperio mexicano y regresó a los brazos de su madre.

Los grandes sucesos de la historia revelan su dimensión poética en manos de JEP. No encuentro más espléndida forma de narrar la historia de un milenio entero:

HISTORIA

Un milenio empezó con las cruzadas.

El otro con dos cifras: 9/11

                                                                            Como la lluvia.

 

Una de las mayores desesperanzas del género humano es la conciencia de su propia finitud y de su propio deterioro. Una variante de estos dos enormes y privadísimo dolores es la conciencia del tiempo que pasa para no volver, y con él se va la juventud, la piel lozana, el cuerpo a prueba de desvelos, los amores, las adrenalinas. Así, los beneficios de la era moderna, se vuelven maldiciones que conservamos por masoquismo. Nunca un álbum fotográfico resulta más triste que en el piano de Deckard, el protagonista de Blade Runner. Como desamparados replicantes conservamos las pruebas de nuestra existencia,  los testimonios gráficos de lo que hemos sido, de lo que aún deseamos conservar, la demostración de que un día fuimos jóvenes, hermosos y felices, de que un día amamos y fuimos amados. Pero en ese anhelo no exento de inocencia, está la maldición:

CONTRA LA KODAK.

Cosa terrible es la fotografía.

Pensar que en estos objetos cuadrangulares

yace un instante de 1959.

Rostros que ya no son,

aire que ya no existe.

Porque el tiempo se venga

de quienes rompen el orden natural deteniéndolo,

las fotos se resquebrajan, amarillean.

No son la música del pasado:

son el estruendo

de las ruinas internas que se desploman.

No son el verso sino el crujido

de nuestra irremediable cacofonía.

                                                                             Irás y no volverás.

 

De hace siglos se acuñó la palabra que describe esa infinita tristeza que tan bien representó Durero en un grabado donde un ángel contempla el derrumbe de lo presente y la incertidumbre de lo que ha de venir: melancolía. JEP recoge la estafeta con destreza, casi quinientos años después, y tal vez la respuesta se antoja brutal:

THE DREAM IS OVER

… El tiempo entero es muda mutación. Celebremos

el peso de los años.

El que fui en otro mundo

repite sus palabras ante un teatro sin nadie.

Ya no hay nada capaz de alimentarte, poesía.

Muérete de ti misma

o por favor ya cállate.

                                                         Irás y no volverás

 

Cuando habla del pasado, de los hechos llamados históricos, de los personajes del ayer, JEP oscila entre una aguda melancolía desconsolada y la aguda ironía que cabría esperar de un historiador brillante.  Cuando habla de la historia mexicana, la desesperanza sube de punto. Y entonces los enigmas, los momentos oscuros, los secretos o los dramas nunca dichos afloran en su dimensión desesperanzada y trágica. Menudea en su obra  la afirmación: es falso que todo tiempo pasado haya sido mejor. Todo se corroe, todo cae a pedazos, tarde o temprano, todo se acabará y solamente quedarán los vestigios de la memoria, las sombras de o que un día fuimos.

TACUBAYA, 1949

Allá en el fondo de la vieja infancia

eran los árboles, el simulacro del río,

la casa tras la huerta, el sol de viento,

los años calcinados.

Un desierto

que hoy se sigue llamando Tacubaya.

Nada quedó.

también en la memoria

las ruinas dejan sitio a nuevas ruinas.

                                                                       Irás y no volverás.

 

Y, no obstante, el ejercicio de la memoria,  el arte de recordar, es constante en la obra de JEP y deja una enseñanza final: recuerda, guarda en la memoria lo que hoy vives, lo que lees, los grandes hechos, tus pequeñas felicidades, todo lo que presencias. Porque el día de mañana todo se habrá ido y solamente vivirá dentro de ti.

 

HOY MISMO

Mira las cosas que se van,

recuérdalas,

porque no volverás a verlas nunca.

 

IRÁS Y NO VOLVERÁS

Sitio de aquellos cuentos infantiles,

eres la tierra entera.

A todas partes

vamos a no volver.

Estamos por vez última

en donde quiera.

                                                             Irás y no volverás.

 

Heráclito, una enorme cabeza olmeca, el silencio de Teotihuacan, Ramón López Velarde, Agustín Lara, el Titanic,  el libro comprado y nunca leído,  los fenómenos de los circos ínfimos que ruedan por el país, los ilusionistas, las hormigas, los elefantes. Todos hacen presencia en el teatro del mundo que un día se cansará de dar función para qu otros, después de nosotros, lo lean y se estremezcan en la conciencia revelada de la propia finitud.

Y no me parece, pese a todo, que el dolor y la desesperanza sean el signo de toda la obra de JEP.  Como en la vida, hay momentos luminosos, la frase que alude al amor o o al rostro que no se puede olvidar. Pero nada puede eludir la tremenda conciencia de que todo es historia y  así, en ese devenir de vértigo  ese todo será devorado, así, nada más y la memoria se nos llenará de  recuerdos sin referente.

Gusta mucho a los historiadores ese poema que, a menudo, se ha vuelto epígrafe en cualquier cantidad de artículos: «Alta Traición».  «No amo mi patria», abre fuego el poeta. «Su fulgor abstracto es inasible». Sospecho que a JEP no le interesaba demasiado la perspectiva del muchos historiadores profesionales modernos, que se resisten a sentirse vinculados con cualquier cosa que tenga una vaga resonancia hacia los sentimientos cívico-patrióticos tradicionales y por tanto convencionales, y por tanto se sienten, ellos y su disciplina, lejanos a esas manifestaciones de conmemoración del pasado en que se encarnan los sentimientos de los públicos no especializados que no tienen resquemores en hablar de héroes, de villanos y de super secretos históricos nunca develados.

Quizá por eso, en estos tiempos de desacralización, y pese a las explicaciones de JEP en torno al poema (que pueden leerse aquí), «Alta Traición» es un poema muy socorrido en algunos medios académicos. El negar el amor a la patria da combustible para correr por caminos menos gastados, para olvidarse de los deberes cívicos y seguir apostando por multitud de pequeñas patrias personales, puertos, bosques, fortalezas, «una ciudad deshecha, gris, monstruosa», todas entrañables por más que, al final del día, al final del tiempo, serán nuestro patrimonio final, ese que se desvanecerá con nosotros.  Tal es el poder de los poetas, que, al modo de JEP, leen en nuestras almas nuestra insoportable fragilidad, y que escriben para ayudarnos a conjurar el horror.

 

01
Jul
14

José Emilio Pacheco: Destilado de historia

Tantos días sin don José Emilio, y tanto transcurrido desde entonces: diluvios, soles abrasadores, temblores, la muerte de Gabriel García Márquez. Y ahora, entre los días nublados, entre la lluvia que no se acaba y que amenaza con hacer resurgir de entre las aguas del viejo lago a la antigua Tenochtitlan, a algunos les da por recordar que hoy, 30 de junio, era el cumpleaños de JEP. Y a la hora que escribo esto, empieza, allá en Ciudad Universitaria, el homenaje nacional que, más allá de los usuales números luctuosos en el Palacio de Bellas Artes, ojalá reúna a muchos de sus lectores, sin que la lluvia y los vigilantes de las instalaciones del INBA enchinchen a los leales que, libro bajo el brazo, lleguen a las viejas piedras volcánicas en el sur de la megalópolis, monstruosa y entrañable, en la que se ha convertido la ciudad de México.

El tiempo, el pasado, la historia, los ecos de la memoria, aparecen una y otra vez en la poesía de JEP.  Desde la decadencia de la Serenísima República pintada por Canaletto. Hasta la melancólica certeza de lo que uno recordará el último día del mundo, sea cual sea. Cenizas de amores calcinados en Pompeya, maldiciones virreinales sepultadas en el subsuelo lodoso de la vieja ciudad, todo, nos advierte Luis González y González, es historia. Y JEP lo comprende a la perfección.

Pero esto no es un análisis literario. Es, nada más, un breve recuento; unas gotas de la poesía de don José Emilio, donde la Historia, las historias, están presentes para movernos a pensar, para disfrutar, para agregar el guiño poético de JEP al largo, tumultuoso discurso de la historia, visto desde una cierta melancolía del presente.

 

Bajo el suelo de México verdean

Eternamente pútridas las aguas

Que lavaron la sangre conquistada.

                                                                                           El reposo del fuego.

 

Dijo el virrey: los hombres de esta tierra

Son seres para siempre condenados

A eterna oscuridad y abatimiento.

Para callar y obedecer nacieron.

 

La injuria del virrey flota en el lodo.

Ningún tiempo pasado ciertamente

Fue peor ni fue mejor.

                                                                                       El reposo del fuego.

 

UN MARINE

Quiso apagar incendios con el fuego.

Murió en la selva de Vietnam

Y en vano.

 

CHE

Ellos

Al darle muerte

Le otorgaron

La vida perdurable.

 No me preguntes cómo pasa el tiempo.

 

 

LAS VOCES DE TLATELOLCO

 

Eran las seis y diez.  Un helicóptero

Sobrevoló la plaza.

Sentí miedo.

 

Cuatro bengalas verdes.

 

Los soldados

Cerraron las salidas.

 

Vestidos de civil,

Los integrantes del Batallón Olimpia

-mano cubierta por un guante blanco-

Iniciaron el fuego.

                                                                     No me preguntes cómo pasa el tiempo.

 

ACELERACIÓN DE LA HISTORIA

Escribo unas palabras

                               y al minuto

ya dicen otra cosa,

                               significan

una intención distinta,

se hacen dóciles

                               al Carbono catorce:

criptogramas

                               se un pueblo remotísimo

que busca

                               la escritura en tinieblas.

                                                                                      No me preguntes cómo pasa el tiempo.

 

 

 VENECIA

                                           Cada golpe de agua provocado por los
                                           Motores hunde un poco más a Venecia
                                                                                      Excelsior, 1967

 Venecia es un fantasma.

Fue inventada

 por Canaletto.

La pintó en el agua.

 

Negación de Lepanto,

cada piedra

es oriental

y floreció en Bizancio.

 

Todo lo unido tiende a separarse.

Los islotes se hunden en la laguna.

El mar que la esculpió

Hoy la destruye.

                                                                      No me preguntes cómo pasa el tiempo.

 

POMPEYA

La tempestad de fuego nos sorprendió en el acto

De la fornicación.

No fuimos muertos por el río de lava.

Nos ahogaron los gases. La ceniza

Se convirtió en sudario. Nuestros cuerpos

Continuaron unidos en la piedra:

Petrificado espasmo interminable.

                                                                                         No me preguntes cómo pasa el tiempo.

 

 

En el último día del mundo dirás su nombre.

                                                                                                           De algún tiempo a esta parte.

 

16
Feb
10

Días centenarios: Alta Traición 1

 

Si hacemos caso a los anuncios oficiales, ahora sí ya empezó (bueno, como por cuarta vez) este asunto de los centenarios, las Conmemoraciones del Bicentenario del inicio de la Independencia donde lo más notable es el golpeo sistemático y cotidiano que a las conmemoraciones oficiales hace la prensa, en una gama que va desde el raspón leve hasta el pitorreo más sangriento, pasando por el trancazo bronco, directo y despiadado. Los medios light pues enuncian las cositas que, casi sin querer, y en el mejor de los casos, vamos viendo en este Reino de Todos los Días: un día nos dan una monedita que tiene la efigie de Álvaro Obregón, otro, llega una carta que trae un timbre con la imagen de Hidalgo, tal vez nos caiga uno de esos billetes conmemorativos y por morbo nos ponemos la lupa en el ojo para ver si es cierto lo del mentado error en el de cien pesos… no mucho más. No mucho más para estos días agitados, tensos, con una autoridad presidencial fuertemente cuestionada en Ciudad Juárez, con un operador político como Fernando Gómez Mont, con los reclamos de la «opinión ilustrada» clamando «¿qué tenemos que celebrar?» Agitados estos días de 2010 donde la idea oficial de la conmemoración se va quedando en el asunto del mitote, sin tantas cosas como se escribieron, se planearon, se soñaron.

De modo que los sueños se quedaron en sueños, lo que se quiso no será y será lo que se pueda en este país sufriente por tantas cosas y aún alegre por tantas cosas, las que aún se pueden vivir, hacer y concretar. Ese, el que el gobierno, los gobiernos federales y locales dicen que hacen son los ecos de algo que pudo ser mejor, es el Bicentenario Posible, el que se pudo hacer, no el que se pudo haber hecho. Pero es, por eso mismo, el tiempo de hacer nuestros Centenarios, los que podemos hacer, los que podemos escribir y los que podemos compartir. Y ya olvidémonos de esperar gran cosa de las conmemoraciones oficiales: ya lo dijeron, a ellos solamente les toca traer los mariachis a la fiesta. La reflexión, la discusión, la planeación de un futuro serio y concreto les toca a otros, a ellos, ni les digan. Van a ver que maravilla se verá en el Zócalo, pero no pregunten cuánto costó el numerito, está mal, es feo hablar de dinero. Disfruten los documentales que vamos a ver en la televisión, pero no pregunten que, si los va a hacer Clío, de qué sirve una estructura creada para tal efecto  que nos iba a inundar de historia, del conocimiento de nuestro pasado. ¿No prometió Felipe Calderón una mañana asquerosamente helada de noviembre de 2008 que iba a llevar la historia de México «a todos los rincones del país»‘?

 Van a ver lo impresionante que será ver Paseo de la Reforma convertido en un enorme estadio deportivo, pero no pregunten, acá en la ciudad de México ni para qué sirven tooodas las instalaciones deportivas que tenemos (Palacio de los Deportes, Ciudad de los Deportes, Alberca olímpica, etcétera, etcétera, etcétera) ni lo que van a decir todos los que por trabajo u obligaciones tienen que andar por Reforma. No, si los comentarios van a ser, esos sí, inolvidables.

Como no hay una imagen común, miremos hacia los esfuerzos individuales en estas tareas de conmemoración. Tiempo habrá para indagar en las actitudes de gobiernos que  hacen fiesta pero que parece que no se mueren de ganas por hacerlo. Falta de congruencia, dirán algunos: ¿para qué le movemos entonces? Que cada quien conmemore, festeje o queme cuetes como le dé la gana y pongámonos a aplicar esfuerzos en otros asuntos más urgentes… pero, ¿es que nos podemos desentender de estas conmemoraciones?

A lo mejor nosotros los de las ciudades, no, pero los que en la sierra de Guerrero, en los barrios más pobres, inseguros y miserables de Veracruz, de Matamoros, en Ciudad Juárez, tienen otras preocupaciones, como mantenerse vivos, por inseguridad o por falta de alimentos o de hospitales, a esos, ¿con qué cara les decimos que este es el Año de la Patria? ¿Qué tal si mejor el dinero del monumento mentado lo dedicamos a arreglar de una vez por todas el Canal de la Compañía, y le ponemos algo así como el Drenaje Bicentenario, al fin que la mitad de las obras públicas que veamos inaugurarse en este año se van a llamar así? ¿No es mejor regalo para esta ciudad que vive en un frágil equilibrio natural, en la cuerda floja de las inundaciones, de los sismos, de los vientos desaforados que nos tumban árboles, espectaculares o nos dejan sin luz, de las toneladas de basura que se nos acumulan tres días y nos empieza a invadir el horror?

Por eso los Centenarios nos tocan a nosotros, a la gente que opina que las ideas oficiales de conmemoración están bien pero que ya no bastan para decir que este país conmemora algo, que CONMEMORAMOS ALGO. La diversidad de los mexicanos dan para mucho más de lo que vemos y eso sí es algo para felicitarnos. Muchos haremos algo, estamos haciendo algo: nuestros Centenarios. Muy bien los personajes, muy bien los acontecimientos, ojalá que hubiésemos visto más de lo nuevo, lo que están haciendo los historiadores (que no necesariamente quiere decir verlos a ellos en acción: el gremio necesita, más que nunca, de los beneficios de la divulgación), de una gran, gran acción de divulgación de la historia… algo que en principio, no se ve y dudosamente se verá.

Pero al tiempo. Hay muchas maneras de conmemorar, y en este Reino inauguraremos la sección Alta Traición para ello. Que el poema de José Emilio Pacheco nos dé una idea cercana a lo que tantos creemos de la patria, de cómo suscribiendo esa idea diferente, humana de la patria, le somos más leales a este país, y que, la alta traición se transforme, y aquí tomo la expresión ya lejana de Ignacio Allende durante su proceso, y esta «Alta Traición» de la que algunos me acusarán, sea, es, de Alta Lealtad. Y de regalo y bandera centenaria, el poema de José Emilio Pacheco:

ALTA TRAICIÓN

No amo mi patria.

Su fulgor abstracto

es inasible.

Pero (aunque suene mal)

daría la vida

por diez lugares suyos,

cierta gente,

puertos, bosques de pinos,

fortalezas,

una ciudad deshecha,

gris, monstruosa,

varias figuras de su historia, montañas

-y tres o cuatro ríos.

NOTA.- «Alta traición» se encuentra en el libro de José Emilio Pacheco «No me preguntes cómo pasa el tiempo» (1964-1968) (ha de ser por eso, porque tiene mi edad, que se vuelve, otra vez, un canto de guerra y de vida).

09
Nov
09

La historia y los días del otoño: breves noticias

Este Reino ha recibido breves pero precisas acotaciones de la honorable comunidad lectora. Acuso recibo y aquí van:

  1. Don Gerardo Chávez, amable radioescucha de Tiempo y Espacio pide la ruta para llegar a San Miguel Coatlinchán, que, hasta donde hallo, es bastante sencilla. Basta con irse por la carretera México Texcoco hasta el kilómetro 35 y medio, donde están los señalamientos para llegar sin pierde al hogar original del monolito de Tláloc que hoy tenemos a las puertas del Museo Nacional de Antropología. Allá, en su pueblo, se consuelan con una réplica de siete metros de alto y que pesa unas 75 toneladas.  Compensación parcial, no del todo mala, si nos ponemos a pensar que Cuitzeo nunca vio regresar la pila bautismal del padre Hidalgo, y que, cada cierto tiempo, los dolorenses suspiran por tener de regreso la histórica campana que Porfirio Díaz mandó a traer para que los presidentes de México la hagan sonar las noches de los quince de septiembre…
  2. Don Francisco Báez y mi tío Carlos Hernández reivindican su derecho a rascar la costra del pasado. Como gusten los caballeros, aunque me inclino por el lado de la salud mental e histórica.
  3. Me dicen dos personas muy queridas y respetadas en este Reino, la doctora Josefina Zoraida Vázquez y don Pepe Fonseca que desde hace mucho es conocida la costumbre, impulsada por los Caballeros de Colón originalmente, de mandar a decir misas por el alma de Agustín de Iturbide.  Ambos coinciden: ellos se enteraron siendo muy, muy jóvenes. Lo que choca es la falta de información… o de indagación. La doctora Vázquez va más allá: “Los sospechosos se multiplican, pero lo mejor es no hacerles caso”.
  4. No contenta la Conferencia del Episcopado Mexicano con sus opiniones e indagaciones sobre las excomuniones de Hidalgo y Morelos, también ha decidido que la Iglesia Católica tendrá su Bicentenario. Sin andarse quejando como el padre Valdemar, quien asegura que han sido “excluidos” de las Conmemoraciones de 2010 (que yo sepa, no hay nadie vetado, ¿o si y no nos hemos enterado?), el arzobispo de Morelia, Alberto Suárez Inda,  simplemente ha acotado que no está en la agenda de la Iglesia andar compitiendo con las acciones gubernamentales, sean estas cualesquiera que sean, en materia de las efemérides a conmemorar en 2010.
  5. Por lo tanto, habrá más jornadas académicas como las de septiembre pasado,  donde el análisis histórico será     también el hilo conductor: la tercera, programada para febrero de 2010, se llevará a cabo en la ciudad de León, una cuarta en Guadalajara y la quinta, que se dedicará a abordar la relación entre la Iglesia y la Revolución de 1910 tendrá lugar en Monterrey.
  6. En 2010, además,  todos los obispos mexicanos firmarán una carta pastoral colectiva donde pretenden que sus  reflexiones sobre el pasado también se proyecten al presente y al futuro. Este programa, que Suárez Inda calificó de sencillo y modesto, culminará con lo que ha llamado “celebraciones de fe”: un acto litúrgico que tendrá lugar en la Basílica de Guadalupe y que tendrá réplica en todas las catedrales de México. Y además, ocurrirá lo que dicte la creatividad de los obispos de todo el país. Estos asuntos de la iglesia, por tanto aún van a dar para mucho más.
  7. ¡¡Don Mario, una señal!! Aunque sea por ouija, que Mario Benedetti haga patente que el autor de la frase “El sur también existe” le pertenece, para que nadie, o sea, NADIE, le ande colgando milagros extravagantes a un señor que canta, que es de nacionalidad guatemalteca y que responde al nombre de Ricardo Arjona, al que más de cuatro le adjudican la calidad de “poeta”, entre ellos los que le atribuyen la frase benedeteana…. Podemos decir que nos hace una enorme falta el poeta Sabines,  pero nos consolamos dignísimamente con el dulce y valeroso Vicente Quirarte, con José Emilio Pacheco que nos previene hoy día de las travesuras de los conejos feroces,  del maravilloso y felino Gerardo Deniz, que posee el don de conjuntar lo sensual con lo agudo y cerebral…  ¿qué carajos tienen que andar buscando a Arjona?

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