Posts Tagged ‘Pepe Fonseca

07
Ago
10

Por qué no voy a ir a la marcha de periodistas

NOTA PREVIA:  HOY SÁBADO, FALTAN 41 DÍAS PARA EL BICENTENARIO DEL INICIO DE LA INDEPENDENCIA. POR SI ALGUIEN NECESITA EL DATO…

Ahora sí: Hoy sábado, a las 12 del día, una marcha de periodistas, al grito de ¡los queremos vivos!», para protestar contra las agresiones a periodistas, la impunidad que ha caracterizado a los asesinatos de periodistas, y a las agresiones que sufren. Ya me llegaron, por dos vías diferentes, ambas de colegas mexicanos. Pero después de pensarlo mucho, decidí que no iré. Y no voy porque creo que no nos hemos portado bien como gremio. Tuvieron que pasar por el horror del secuestro varios compañeros de medios de la Ciudad de México, cuando desde hace años ese mismo miedo y ese mismo desamparo lo sufren los compañeros periodistas de varias entidades de la República. Dice con razón don Pepe Fonseca, juarense a mucha honra, que cuando los chilangos nos ponemos así, es que nos ataca «la ceguera del Altiplano». Hace varios años que debimos ser solidarios, no dejarnos ganar por el miedo cuando el fenómeno en otras zonas del país ya era importante. Muchas veces nos limitamos a decir, cuando se sabía de algún periodista «levantado», desaparecido o secuestrado «quién sabe en qué andaría» (y no me digan que no) y no fuimos capaces de quejarnos desde entonces a grado tal que fuese un reclamo nacional.

Hoy, otra vez será una manifestación del periodismo chilango, y sería bueno pensar desde hace cuanto tiempo no honramos nuestra calidad de gremio. Me contaban, porque yo aún estaba muy chica para andar en esos asuntos, que, en el funeral de Manuel Buendía, asesinado en 1984, Isabel Arvide llegaría a comentar: «Nos unió el miedo». Otras veces hemos armado grandes reclamos al pie de la estatua de don Pancho Zarco, con razón o sin ella: cada año, para recordar a Buendía, pero también hará casi unos veinte años para patalear por un presunto ataque a la libertad de expresión (el asesinato de dos vigilantes de la puerta principal de La Jornada) que resultó ser un lamentabilísimo error . El miedo dispara gatillos, a veces nubla el entendimiento. Haríamos mejor en aplicarlo a las mordazas de terciopelo y corbata que de repente se aparecen y rondan, para evitar que se digan las cosas que se tienen que decir.

NOTA DE SÁBADO. Recibí un comentario de don Emilio Arellano, que, como se puede ver, está en el sitio de comentarios. También está su respuesta, que me apresuré a generar y que también está en el lugar que le corresponde. También espero que el mecanismo haya funcionado bien y haya llegado la respuesta al correo electrónico de don Emilio. Por cualquier cosa, dejo constancia de que he respondido como debe ser. Un saludo.

30
Jun
10

Junio decreciente: el miedo y dos estampas del norte.

Me eriza la piel leer a Salvador García Soto en El Universal de hoy miércoles.  La realidad muy real enseña los colmillos. El enfrentamiento político es la principal de casi toda la prensa y ya le arrebata el espacio a los funerales de Rodolfo Torre Cantú. Como todo se paga, en este momento más de un funcionario público recibe la factura de las ocurrencias que en el pasado parecían brillantes y contundentes, y que ahora resulta que no lo eran tanto. La lista de cuentas por saldar crece y entrampa el diálogo entre algunos personajes de la clase política que, quitándose los crespones negros, se suben las mangas para otro round más.

Con la ceguera del Altiplano que con tino suele subrayar mi querido don Pepe Fonseca, no vemos los miedos de la gente, el cansancio de vivir en peligro. Tamaulipas está muy lejos, Ciudad Juárez mucho más, pero sé que hay viajes por tierra, en el espléndido norte mexicano, que ya no haría con tranquilidad. Vamos, ni se me ocurriría. Pero un día querría volver a Cuatro Ciénegas, Coahuila, el pueblo diminuto, en medio del desierto, donde nació Venustiano Carranza.

A Cuatro Ciénegas se llega por una carretera con un carril de ida y otro de regreso, casi a la mitad de un trayecto de seis horas en automóvil que lleva de Saltillo a Torreón. No encuentra uno alma viviente en el camino, como no sea, inexplicables, dos o tres cabañas de madera que en los rótulos anuncian que ahí se venden mariscos frescos (??).

Antes de llegar se ven, a lo lejos, las dunas de yeso y relumbra el azul del agua de la Poza de la Becerra. La estampa hasta recuerda esas ideas de los espejismos del desierto. Si uno no supiera el sitio tan interesante para los biólogos que es la Poza, igual que la Poza Azul, daría uno por buena la ilusión de que el desierto te obsequia una imaginería. El pueblo es pequeñito y hermoso. Hacían en una «Tienda de Novedades», nombre con ecos de pasado, unos fenomenales dulces de nuez y chocolate. Se para uno en una de las calles principales y puede verse como la traza sigue en línea recta hasta donde empieza el desierto.

En la red me encuentro el sitio de un hotel de Cuatro Ciénegas que pregona las bondades de la visita: hay fotos de la Presidencia Municipal, con sus leones de piedra en la escalinata, donde alguna vez me retraté, precisamente por los leones. Otra foto enseña la fachada del Museo Casa de Carranza, donde me encontré, en su biblioteca, y después de dos años de buscar sin encontrar, una biografía de Guillermo Prieto, editada por el INEHRM en años muy lejanos. Hasta allá me alcanzaba la voz del santo tutelar de este Reino.

La imaginería del chilango hace que desde acá veamos con franco recelo esas tierras amplias y grandes del norte mexicano. Coherente: los hoteleros de algunos sitios reclaman que las reservaciones se caen, que los visitantes mejor se regresan a sus casas. Ocurren en muchos sitios cosas terribles, cierto, pero con la lectura cotidiana que escriben los colegas de allá, se vuelven estremecedoras: desde niños en la sierra de Chihuahua que no van a clases cuando llega la hora de ir a cosechar amapola en los campos que el narco siembra, mientras los maestros saben que en el tema mejor ni meterse, hasta los casos de ejecuciones relámpago, oscuras, multitudinarias que los periódicos de la capital nos van acumulando. Y es un asunto real, no «problemas de percepción».

Son historias que nadie del gremio dejaría de contar por pura dignidad profesional. Historias que no dejan de escribirse con miedo y que generan miedo cuando se leen, aunque cuenten, con frecuencia, la historia de los héroes de este 2010, los héroes que lo son por el simple hecho de vivir donde viven y negarse a que la oscuridad los domine. Se adaptan a vivir, a ser más cautos, a no meterse con quienes no hay que meterse. eso es vivir sin rendirse y eso es ser héroes. Héroes diferentes a Hidalgo o a Morelos, a Ignacio Zaragoza. Héroes reales de este México del siglo XXI, de este año de los centenarios.

De entre esos héroes, me acuerdo de Suzy. Suzy es muy chiquita, tiene 21 años. Estudia Historia y vive en Ciudad Juárez. Estuvo acá entre nosotros los chilangos hace unos meses, coincidíamos en un seminario, así la conocí. Con su acento de Juárez que le gusta tanto a su paisano don Pepe Fonseca. Hace dos semanas se regresó a su tierra, y escribía su tesis sobre el miedo. El miedo que cunde en muchas partes de su ciudad, el miedo que tiene su historia, que multiplica las historias. Con otros dos amigos, Alberto Betancourt y Griselda Camacho, andábamos el mes pasado en el programa de radio con Guillermo Briseño. Y Suzy contaba, pensaba, en lo que pasa en su tierra. Alguna vez decía que, estando acá y leyendo, viendo noticias, le entraba la inquietud por su casa, su familia. Nos faltaban los últimos días del semestre y a ratos le entraba la gana de regresar. Ya está de vuelta en casa, librando sus propias batallas, como las demás Suzys que en el resto del norte del país o en Cuernavaca o en Michoacán o en Guerrero estudian Historia, o Ingeniería o Turismo. Y cuando ves a muchachitas valientes y listas, dan ganas de que se pueda regresar a hacer las vacaciones en Cuatro Ciénegas sin que te dé miedo la carretera, de que hagamos otra excursión a Ciudad Juárez y comer burros  sin que las antenas con las que los reporteros nacemos estén trabajando aunque nomás estés mironeando un escaparate. Las vacaciones, la excursión y los burros (que en Juárez son deliciosos) son perfectamente anhelables. Lo de las antenas es inevitable y es la marca de la casa y es orgullo. Si no, ¿cómo escribiríamos en los periódicos, cómo existiría este blog?

17
Ene
10

El 2010 que ha llegado, y algunas preguntas de lo que viene

Este, por fin el 2010

Tengo claro que atrás de esta bruma que ha recubierto una ciudad de México pasada por agua y semihelada, aún se pueden ver volcanes, y con los vientecitos de los últimos días, a lo mejor eso ocurrirá pronto. Por eso la foto va de regalito, para que sobrevivamos, mientras nos regresa el sol chilango. Tengo claro que entre tanto desánimo como se proclama en los medios de comunicación, aún hay el sueño de que cada día podemos librar la etapa correspondiente de la carrera vital.  Por todo eso, creo que este año de los centenarios, ahora que asomamos de los nidos tibios donde pasamos el fin de año (los que aún tenemos nido) puede ser interesantísimo:

El pequeño problema es que estamos a 15 de enero y a ratos parece que estamos ya inmersos en la fiebre bicentenaria: ya nos atosigan los spots de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, de la Cámara de Diputados, y Lucero, estrenando peinado, nos pregunta con voz aterciopelada qué le vamos a regalar a México en su cumpleaños (idea por cierto discutible, lo del cumpleaños, digo), y nos ofrece una gama variada de opciones, desde la escritura con letra pulcra (que, viéndolo bien no me parece desdeñable: hay generaciones y generaciones con letra francamente horrorosa gracias a las sucesivas reformas educativas) hasta los zapatos bien boleados.

 Ah, y de repente, los spots producidos por el gobierno federal -por alguna parte del gobierno- que, entre trompetazos y alaridos de mariachis, anuncia la inminencia de la «fiesta de México»… sin que le importe (¿por qué iba a importar’) que los opinadores de toda clase y de todo medio, en el curso de dos semanas le haya reiterado que, en la opinión de muchos, «no hay nada que celebrar». Espléndido diálogo de sordos, y como suele ser, es un asunto de maneras. De un lado y del otro. Y además, no les gusta que los critiquen. A los de un lado y a los del otro.

 El caso es que ya hay un Torneo Bicentenario de futbol, que desde que Edgar Valero observó que en sentido estricto así debería llamarse el torneo que comienza en la segunda mitad del año (si esto es inexacto, agradeceré las acotaciones: de futbol sé tanto como de tejer a gancho), todos los comentaristas deportivos se pitorrean del asunto y lo han repetido hasta la saciedad. No me queda duda de que, si el asunto funciona, éste acabará por ser el Torneo Bicentenario I y el de la segunda mitad del año Torneo Bicentenario II, y si mucho apura, habrá  Torneo Juvenil Bicentenario y cuantas bicentenarieces más sean necesarias. Bueno, si ya hay un Balón Bicentenario… que es … azul.

Supongo, inevitable, hasta cierto punto, este proceso de «apropiación ciudadana», concepto interesantísimo que me he encontrado en las remembranzas de la Olimpiada de 1968. Pero tampoco me parece que hayamos caído en el proceloso mar de los centenarios; aún no veo las hamburguesas Bicentenario, y estoy segura de que las veré. Lo único que espero es no encontrarme, un día a la vuelta de la esquina con el Perro Bicentenario, cuya presencia me he dedicado a exorcizar desde hace dos años y medio. La vida me ha enseñado que nunca debo decir nunca… pero ojalá nunca lo tenga frente a mí, meneando el rabo amistoso para darme a entender que hay realidades más espeluznantes que cualquier sueño guajiro (y aquí entran los sueños de las conmemoraciones) y que, en materia de centenarios, no hemos visto nada todavía, apenas unas cuantas escaramuzas en los medios, apenas las iniciales manifestaciones de inquietud, zozobra, escenarios buenos, malos, pésimos y aterradores de todos a los que les pesa de alguna manera (a unos poquito, a otros muchísimo) el peculiar trinomio 1810-1910-2010. Unos se dejan arrastrar por la cábala, otros exigen un poco de racionalidad en el asunto, algunos más se ocultan abajo de una piedra para que nadie les pregunte y uno que otro sale cada mañana a la calle con la esperanza de encontrarse un micrófono, grabadora o reportero al cual tirarle la Gran Verdad que todos hemos estado esperando en este que nos dicen será el Año de la Patria.

Y en todo esto, hay que decirlo, aún no aparece la Historia ni por las orejas. Y aparece, insidiosa, la duda: ¿es que debería aparecer? ¿cómo debería aparecer? Y… ¿la discusión de las ideas? ¿qué nivel de debates queremos? ¿Dedicaremos nuestras energías a discutir si Hidalgo tuvo hijos o no? ¿Volverá a haber bronca por la existencia o inexistencia del Pípila? ¿Nos vamos a conformar con las cinco horas de espectáculo que ya nos advirtió Rich Birch que nos administrará? Este lunes 18, la SEP y Conaculta presentarán su producción «Discutamos México», programas dedicados a la reflexión… es cosa de ver y a mí me resuena en la cabeza el eco de aquel famoso Encuentro Vuelta, o del igualmente famoso Coloquio de Invierno, que tantas horas de sano esparcimiento le dieron a nuestras tribus culturales allá en los años noventa del siglo pasado.

 Y, por lo pronto, Televisa ya enseñó dos de sus proyectos: Esa serie donde vimos, en una ráfaga de tres minutos a un Hidalgo acelerado, encarnado por Daniel Giménez Cacho, que pasa de la inquietud a la resolución, arreando a palmadas a sus inquietos co-conspiradores, tan vital que resulta definitivamente encantador…. por otro lado, en los dos spots pertenecientes al concepto «Estrellas del Bicentenario» vi las arenas del desierto de Samalayuca, que definitivamente entusiasmaron a mi querido don Pepe Fonseca… vi montañas, barrancas y abismos… ese desierto del norte mexicano que, cuando lo pisamos, nos hace entender el espíritu de los que hicieron la revolución en 1910.

En fin, que ya llegaron los días bicentenarios, esos que mucho tiempo se vieron tan lejanos. El tiempo es corto, y la pregunta que todos podemos hacernos es simple: ¿Qué clase de Centenarios queremos? ¿Qué clase de conmemoraciones? ¿Qué relación con el pasado, nuestro pasado, estamos dispuestos a tener?

PD.- Se oyen aportaciones.

09
Nov
09

La historia y los días del otoño: breves noticias

Este Reino ha recibido breves pero precisas acotaciones de la honorable comunidad lectora. Acuso recibo y aquí van:

  1. Don Gerardo Chávez, amable radioescucha de Tiempo y Espacio pide la ruta para llegar a San Miguel Coatlinchán, que, hasta donde hallo, es bastante sencilla. Basta con irse por la carretera México Texcoco hasta el kilómetro 35 y medio, donde están los señalamientos para llegar sin pierde al hogar original del monolito de Tláloc que hoy tenemos a las puertas del Museo Nacional de Antropología. Allá, en su pueblo, se consuelan con una réplica de siete metros de alto y que pesa unas 75 toneladas.  Compensación parcial, no del todo mala, si nos ponemos a pensar que Cuitzeo nunca vio regresar la pila bautismal del padre Hidalgo, y que, cada cierto tiempo, los dolorenses suspiran por tener de regreso la histórica campana que Porfirio Díaz mandó a traer para que los presidentes de México la hagan sonar las noches de los quince de septiembre…
  2. Don Francisco Báez y mi tío Carlos Hernández reivindican su derecho a rascar la costra del pasado. Como gusten los caballeros, aunque me inclino por el lado de la salud mental e histórica.
  3. Me dicen dos personas muy queridas y respetadas en este Reino, la doctora Josefina Zoraida Vázquez y don Pepe Fonseca que desde hace mucho es conocida la costumbre, impulsada por los Caballeros de Colón originalmente, de mandar a decir misas por el alma de Agustín de Iturbide.  Ambos coinciden: ellos se enteraron siendo muy, muy jóvenes. Lo que choca es la falta de información… o de indagación. La doctora Vázquez va más allá: “Los sospechosos se multiplican, pero lo mejor es no hacerles caso”.
  4. No contenta la Conferencia del Episcopado Mexicano con sus opiniones e indagaciones sobre las excomuniones de Hidalgo y Morelos, también ha decidido que la Iglesia Católica tendrá su Bicentenario. Sin andarse quejando como el padre Valdemar, quien asegura que han sido “excluidos” de las Conmemoraciones de 2010 (que yo sepa, no hay nadie vetado, ¿o si y no nos hemos enterado?), el arzobispo de Morelia, Alberto Suárez Inda,  simplemente ha acotado que no está en la agenda de la Iglesia andar compitiendo con las acciones gubernamentales, sean estas cualesquiera que sean, en materia de las efemérides a conmemorar en 2010.
  5. Por lo tanto, habrá más jornadas académicas como las de septiembre pasado,  donde el análisis histórico será     también el hilo conductor: la tercera, programada para febrero de 2010, se llevará a cabo en la ciudad de León, una cuarta en Guadalajara y la quinta, que se dedicará a abordar la relación entre la Iglesia y la Revolución de 1910 tendrá lugar en Monterrey.
  6. En 2010, además,  todos los obispos mexicanos firmarán una carta pastoral colectiva donde pretenden que sus  reflexiones sobre el pasado también se proyecten al presente y al futuro. Este programa, que Suárez Inda calificó de sencillo y modesto, culminará con lo que ha llamado “celebraciones de fe”: un acto litúrgico que tendrá lugar en la Basílica de Guadalupe y que tendrá réplica en todas las catedrales de México. Y además, ocurrirá lo que dicte la creatividad de los obispos de todo el país. Estos asuntos de la iglesia, por tanto aún van a dar para mucho más.
  7. ¡¡Don Mario, una señal!! Aunque sea por ouija, que Mario Benedetti haga patente que el autor de la frase “El sur también existe” le pertenece, para que nadie, o sea, NADIE, le ande colgando milagros extravagantes a un señor que canta, que es de nacionalidad guatemalteca y que responde al nombre de Ricardo Arjona, al que más de cuatro le adjudican la calidad de “poeta”, entre ellos los que le atribuyen la frase benedeteana…. Podemos decir que nos hace una enorme falta el poeta Sabines,  pero nos consolamos dignísimamente con el dulce y valeroso Vicente Quirarte, con José Emilio Pacheco que nos previene hoy día de las travesuras de los conejos feroces,  del maravilloso y felino Gerardo Deniz, que posee el don de conjuntar lo sensual con lo agudo y cerebral…  ¿qué carajos tienen que andar buscando a Arjona?

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