Posts Tagged ‘Fuertes de Loreto y Guadalupe

19
May
10

Ecos del 5 de mayo 3: Leyó Zaragoza a Shakespeare?

 

Cada vez que me acuerdo de estos asuntos del cinco de mayo acabo pensando, inevitablemente, que Ignacio Zaragoza leyó a Shakespeare. Específicamente Enrique V, uno de los dramas históricos que habla de las hazañas, tragedias, perversidades y dramas de los monarcas de la vieja Inglaterra (Si uno lee con atención, encuentra ocho kilogramos de cosas que hacen entender por qué los guionistas de Los Tudor se entusiasman tanto que se les pasa la mano con las licencias históricas)

Y es que la circunstancia no era para menos. Eso de hacer acopio de entereza, de serenidad cuando a uno le han repetido hasta la náusea que el ejercito que le ha tocado en suerte, se va a enfrentar en cuestión de horas con «el mejor ejército del mundo» seguro que causaba lo que siglo y medio después conocemos cono estrés. Estrés, acaso angustia contenida, cuando ves a tus soldados hambrientos, mal vestidos, peor calzados, armas viejas, siempre a la quinta pregunta con el asunto del parque, jaloneándote con las poblaciones cercanas para conseguir los recursos para mantener a la tropa, pensando si es necesario accionar una leva para fortalecer el grueso de esa tropa… Acaso en algún momento pensó en lo a gusto que se estaría en casa, en Monterrey, donde después de ires y venires por el país, estaba la casa de sus padres, el capitán Miguel Zaragoza y doña María de Jesús Seguín. Pero qué necesidad, caramba.

Pero también hay que pensar en la circunstancia, en la certeza de que, como dijo Melchor Ocampo, la patria estaba en peligro y había que responder. Hay que pensar en la crianza de este hombre joven, hijo de militar, alistado en las guardias nacionales desde los 23 años (o sea, 1852) y un año después adscrito formalmente al Ejército Permanente. Ya era capitán en los días de la Revolución de Ayutla, en 1854.

En un curioso volumen de estudios sobre la batalla del 5 de mayo, publicado en 1963 por la Sociedad de Geografía y Estadística, se recogen algunas líneas de Zaragoza escritas en el cuartel de Chalchicomula, el 14 de abril de 1862:

«Valor amigos míos, no os preocupe luchar con una  nación que tiene el renombre de guerrera: los libres no reconocen rivales, y ejemplos mil llenan las páginas de la historia de pueblos que han vencido siempre a los que pretendieran dominarlos.

Tengo una fe ciega en nuestro triunfo; en el de los ciudadanos sobre los esclavos. Muy pronto se convencerá el usurpador del trono francés, que ya pasó la época de las conquistas. Vamos a poner la primera piedra del grandioso edificio que librará a la Francia del vasallajea que la han sujetado las bayonetas de un déspota. Sed como siempre, valientes en el combate y generosos en la victoria, y pronto os conducirá frente a los invasores.

Vuestro general y amigo, Ignacio Zaragoza».

Es sabido que las arengas de los grandes líderes, de famosos generales son fundamentales en los momentos cruciales, o al menos eso nos dice ese modo de hacer historia que atesora algunos discursos memorables, arengas antiquísimas y arengas modernas: desde Leónidas que, a las puertas de la batalla de las Termópilas augura a sus hombres una buena cena en el Hades, el mundo de los muertos, hasta Winston Churchill prometiendo «sangre sudor y lágrimas» a los ingleses durante la segunda guerra mundial.

Esos discursos deben, debieran impactar, emocionar, enardecer, dirían los decimonónicos, mover a la acción. Las memorias guardadas de muchas batallas libradas en México en el curso del siglo XIX nos dan un buen repertorio de ellas. Hay arengas largas, emocionadas conmovedoras. Hay frases relampagueantes, que en mecanismo fast track mueven a quienes las pronuncian al heroísmo inmediato: ahí está Miguel Fernández Félix (cuando apenas andaba rumiando eso del cambio de nombre a Guadalupe Victoria) en plena toma de Oaxaca diciendo aquello de que su espada iba en prenda para lanzarse a nadar-chapotear en el foso del fortín de la Soledad seguido de sus huestes, impresionadas (hay una venenosa versión según la cual Fernández Félix no sabía nadar. Si eso tuviese algún gramo de verdad, tal vez lo seguían más por asombro que por ánimo guerrero encendido). Ahí está Tomás Mejía, a quien, cuentan, adoraban sus indios queretanos. Por eso, con un firme «¡Muchachos, así muere un hombre!» pudo conseguir una victoria en la acción de Casablanca, durante el sitio de Querétaro. Pero en esto, me imagino, cuentan mucho los liderazgos. Si no hay liderazgo, que no surge por organigrama ni por decreto presidencial, no importa que se llame a no pasarse al otro lado de la frontera, a meter muchos goles para asegurar el pase a la siguiente ronda del campeonato o hacer la fiesta de cumpleaños de la patria, NO PASA NAAAAADAA.

Y esto, ¿qué tiene que ver con Shakespeare? Pues la similitud de estos ejércitos, empobrecidos, agotados, el enemigo poderoso y afamado (Francia, en ambos casos) y la obligación de sus comandantes de mantener la chispa del valor, de la resolución, de la necesidad de no arrojar la toalla.  La misma promesa de grandeza cumplida, Zaragoza en Puebla y Enrique V de Inglaterra, el Rey Harry retratado con los ojos de Will Shakespeare, en Agincourt, Francia:

«Este día es el día de la fiesta de san Crispín», dijo el rey Harry. «el que sobreviva a este día volverá sano y salvo a sus lares, se izará sobre las puntas de sus pies cunado se mencione esta fecha, y se crecerá por encima de sí mismo ante el nombre de San Crispín. El que sobreviva a este día y llegue a la vejez, cada año, en la víspera de esta fiesta, invitará a sus amigos y les dirá: «Mañana es san Crispín». Entonces se subirá las mangas, y, al mostrar sus cicatrices, dirá: «He recibido estas heridas el día de San Crispín». Los ancianos olvidan; empero, el que lo haya olvidado todo, se acordará todavía con satisfacción de las proezas que llevó a cabo en aquel día. Y entonces nuestros nombres serán tan familiares en sus bocas como los nombres de sus parientes: El rey Harry, Bedford, Exeter, Warwick  y Talbot, Salisbury y Gloucester serán resucitados por su recuerdo viviente y saludable con copas rebosantes».

Claro, es Shakespeare el que escribe. Pero nadie podría pedir mejor promesa de inmortalidad histórica: «Desde este día hasta el fin del mundo la fiesta de San Crispín y Crispiniano nunca llegará sin que a ella vaya asociado nuestro recuerdo, el recuerdo de nuestro pequeño ejército, de nuestro feliz pequeño ejército, de nuestro bando de hermanos; porque el que vierte hoy su sangre conmigo será mi hermano; por muy vil que sea, esta jornada ennoblecerá su condición y los caballeros que permanecen ahora en el lecho de Inglaterra se considerarán como malditos por no haberse hallado aquí. y tendrán su nobleza en bajo precio cuando escuchen hablar a uno de los que han combatido con nosotros el día de San Crispín«.

 
«Hoy vais a pelear por un objeto sagrado: vais a pelear por la Patria, y yo me prometo que en la presente jornada le conquistaréis un día de gloria.
Nuestros enemigos son los primeros soldados del mundo; pero vosotros sois los primeros hijos de México y os quieren arrebatar vuestra Patria.
Soldados: leo en vuestra frente la victoria… fe y… ¡viva la independencia nacional!»
No es Shakespeare, cierto, pero no desmerece en absoluto. El resultado es similar: las tropas mal comidas, debilitadas, andrajosas, triunfaron en Puebla y en Agincourt. No he resuelto, al final, si Zaragoza, en algún momento, leyó y recordó al rey Harry y a Shakespeare. Pero la escena se parece tanto. Dicen que por eso amamos a Will Shakespeare a tantos años de distancia: porque la condición humana es la condición humana, así que pasen cinco siglos.
Sabemos, eso sí, que a los pocos días de la victoria, Zaragoza ya tenía el peor concepto acerca de Puebla y los poblanos: «Nada se puede hacer aquí porque esta gente es nala en lo general y sobre todo muy indolente y muy egoísta… Hoy no he podido completar ni para un día de socorro económico, que importa 3 mil 700 pesos, porque solo tiene la comisaría 3 mil 300. La fuerza está sin socorro desde el día 5 y casi sin rancho… Qué bueno sería quemar a Puebla… Está de luto por el acontecimiento del día 5. Esto es triste decirlo, pero es una realidad lamentable.
Estoy preparando mi marcha, sobre el enemigo pero acaso no lo podré evitar oportunamente por falta de recursos. I. Zaragoza.»
Finalmente, Zaragoza no vivió para ver la caída de la ciudad, a la que finalmente no quemó, un año después. Muerto en ese mismo 1862, delirando por la fiebre, no sabía que se iban a tardar cinco años más, esos pobres soldados mexicanos, en ganarse su victoria, ayudados por el destino, o la providencia, o la justicia, o los Estados Unidos, o todo junto.

 

Fuerte de Loreto... Para imaginarse a Zaragoza, tal vez, leyendo Enrique V

Otro tramo de la explanada interior de Loreto

Algo de lo poco que queda del fuerte de Guadalupe

Si un día tienen tiempo y se van de excursión a los fuertes, podrán ver la textura de las ruinas de Guadalupe que declaran su condición de iglesia junto al fortín. Loreto, mucho menos dañado por la artillería francesa y el tiempo, permite apreciar la iglesia y el convento dentro de la fortificación.

El fuerte de Loreto, entero, es el que alberga el museo de sitio, donde hay algunas cosas que hablan de la batalla, de la Intervención Francesa, algunas copias de documentos, objetos. Es un museo pulcro, silencioso, decoroso que tenía una librería semivacía, que, me imagino, ahora que hay nuevos aires en las librerías del INAH, cambiará. La verdad me gusta más salir a la explanada de la fortificación e imaginar esos días azarosos, esa secreta, inevitable preocupación de Zaragoza que veía la inminencia del combate.

Y, por un buen rato, dejamos tranquilo a Zaragoza, allá en su aparatosa tumba poblana… hay perros rijosos, pleitos por huesos y desde luego el cumpleaños de Hidalgo que nos lanzan a otros rincones de este Reino…

Paradoja: ir a dar con los huesos propios a la ciudad que una vez se quiso quemar.

ALTA TRAICIÓN II. POESÍAS DE HACE 48 AÑOS

Me he encontrado una auténtica joya de la retórica, fiel reflejo de lo que era nuestra idea de «conmemorar» hace medio siglo. A continuación, el poema que ganó el primer premio y la Flor Natural (menos más que entonces no se usaban las de tela made in China) de los Juegos Florales de Tetela de Ocampo de ese lejano 1962, convocado, precisamente, para el centenario de la batalla.  Ni me digan. Estaré de acuerdo con la opinión de muchos, pero veámoslo como la huella de la memoria; como la construcción de un discurso que partiendo de la historia se ramificaba en la creación literaria. Y acuérdense que era el primer lugar, aunque aún no me encuentro el nombre del autor:

GESTA HEROICA

El Cinco de Mayo tiene la belleza

de todos los lirios, de todos los nardos,

de fiesta de sol.

El Cinco de mayo tiene la fragancia

de jazmines albos y oscuras violetas,

de pino y ciprés.

Por robar bellezas la invencible Francia

volcó al son del rudo vibrar de trompetas,

de rubios titanes la audaz altivez.

Dejaron sus naves gallardas, potentes,

el ancla; en espera, las velas plegadas,

dormido el timón.

Las rúbricas blancas, magnolias fulgentes,

en la playa azteca fueron deshojadas,

marcando el regreso de España y Albión.

Sólo quedó Francia, la bélica Francia,

que humilló a Magenta y hundió a Solferino

en ruina y baldón.

Era su trofeo su altiva arrogancia,

su furia violenta de gris torbellino,

y el rastro de sangre del gran Napoleón.

Y esperaba el héroe desde su atalaya

y esperaba el indio desde la trinchera…

Y fue Veracruz

llamando a Acultzingo con voz de metralla,

el faro llameante, la antorcha cimera,

que encendió en la Patria regueros de luz.

Y desde Acultzingo los indios serranos

 hechos de fatigas, de sed y penurias,

retaron al sol.

Miraron los Fuertes sus ojos aldeanos

y encendida el alma con divina furia,

quemaron sus ansias en patrio crisol.

Zaragoza y Díaz, dos alas en vuelo,

dos épicos bronces llamando a rebato

con voz de ciclón;

y retan valientes al trágico duelo

los tres grandes Juanes, firmando el galeato

que rubrica el prócer Sexto batallón.

¿Y quiénes formaban la heroica avanzada

de guerreros indios con el alma en vela

mirando el confín?

Tiñeron sus ojos en luz de alborada

vertióse en sus venas valor de Tetela

y por eso en todos hubo un paladín.

 Para que se les pase el susto, ahí les dejo otra foto del fuerte de Guadalupe, en la cual se ve, a lo lejos, Puebla.

 

05
May
10

Ecos del 5 de mayo

A veces la vida se pone vertiginosa. Tan vertiginosa que no habían llegando las muchas palabras escritas desde el pasado 16 de febrero a este blog. Pero hago mea culpa y habrá que ponerlas todas a disposición de ustedes mis amigos. Pero hablando de cosas serias y no tan serias, hoy es cinco de mayo.

 Oooootra vez cinco de mayo, y mientras iniciaba estos renglones, el presidente, allá en Puebla, como corresponde, va y deja una corona y monta una guardia ante el monumento que guarda los restos de Ignacio Zaragoza y de su esposa doña Rafaela Padilla. A ella le fue bien… en principio, y según el ideal decimonónico de acabar hasta en la sepultura junto al marido, aunque se le detestara cordialmente, o al amante imposible, aunque el muy bestia jamás se hubiese animado a mejorar el estado de cosas PARÉNTESIS: para ejemplo de esto, ahí anda la historia de Lola Escalante, la eterna novia de José María Lafragua, allá en el Pantéón de San Fernando. Su fidelidad y paciencia, y su incapacidad para poner en su sitio a un pretendiente que, alegando un padecimiento cardiaco, la amenazaba cada tanto con que se moriría de un infarto si Lola acababa de casarse de una buena vez con Lafragfua,  le valieron un lindo monumento de mármol de Carrara, encargado a Italia y dirigido por los famosos hermanos Tangassi, porque cuando parecía que todo iba de maravillas y la pareja sería feliz por siempre, a Lola se la llevó la epidemia de cólera de 1850. Enterrada en el Panteón de San Fernando, el novio, de quien Vicente Riva Palacio hizo un texto satírico delicioso, solamente se tardó tres años en traer de Italia el mentado monumento. Como lo trajo uno de los Tangassi, quien supervisó el armado, ya se puede uno imaginar lo que costó el numerito. Pero San Fernando es escenario de todo tipo de extravagancias, peculiaridades, aficiones  y locuras, de los del siglo XIX y de los del siglo XX. Al rato les platico.

Porque yo estaba en esto del cinco de mayo (que también tiene que ver con San Fernando) y decía que por una de esas cosas raras la esposa de Zaragoza sí fue a dar al monumento de Puebla, aunque no sepamos a estas alturas si estaba harta o no del marido soldado al que nunca veía y que tuvo la poca delicadeza de morirse a los pocos meses que ella, dejando a la única hija huérfana pero eso sí, siendo héroe y benemérito de la patria. No obstante, a ella SÍ la trasladaron a Puebla para que durmiera el sueño eterno con su marido.  OTRO PARÉNTESIS: A la esposa de Pino Suarez, Doña María Cámara, y a doña Sara Pérez, la esposa de Madero, parece que no les fue tan bien al respecto. Ellas, en principio, siguen en el Panteón Francés de la Piedad, (Doña Sara en una fosa junto a la que, en ese lejano 1913, fue la primera sepultura de su esposo, doña María, una placa señala que se la inhumó en la misma tumba que al vicepresidente Pino Suárez. A lo mejor Eva María Ponce nos puede decir si hubo algún cambio cuando se llevaron a don José María) mientras sus mariditos se entretienen uno, (Madero), con toooodos sus amiguitos los revolucionarios allá en la Plaza de la República, y Pino Suárez, que era poeta, debe sentirse más a gusto en la Rotonda de los Hom… perdón, de las Personas Ilustres.

Y sigo: yo estaba en esto del cinco de mayo, y lo primero que espero es que, puesto que el presidente se dignó ir, hayan limpiado toda la zona de lo que fueron los fuertes de Loreto y Guadalupe, y que hoy es un parque dentro de la ciudad de Puebla. Las fotos que aquí ven, las tomé una navidad de… hace un año y meses, sí, en la navidad de 2008, y aparte de que el museo estaría cerrado en uno de los días festivos en los que la gente SÍ PUEDE IR. Tengo que decir que emociona caminar por el fuerte de Loreto, pues de Guadalupe queda poquísimo y era más bien templo convertido en fortificación , imaginándose al ejército mexicano maltrecho, hambreado, harapiento y sin embargo dispuestos a vender caros sus pellejos, aunque los infelices poblanos les hubieran escatimado hasta el insulto los recursos para su manutención. Triste jornada en la que siendo comandante del ejército sabes que se te van a morir muchísimos y sin embargo les tienes que dar ánimo y decirles, como les dijo Zaragoza «Veo en sus frentes la señal de la victoria».

Pero también me acuerdo que en 1962 las conmemoraciones por el centenario de la única victoria militar seria que ha tenido el ejército mexicano (porque no me digan que es mucho mérito que unos 500 arrasen a 60 legionarios en Camarón). Eran los días del gobierno de López Mateos (que, o mucho me equivoco, pero a ratos creo que es el referente histórico de muchos que en el gobierno federal viven hoy día pensando, soñando con ese poder omnipotente, omnipresente que piensan que era el patrimonio de las presidencias priistas de los años sesenta) cuando los periódicos hablaban de auténticas multitudes marchando hacia Puebla para asistir a la ceremonia conmemorativa de este centenario. Eran tiempos interesantes: un televisor grande de General Electric costaba más de cinco mil pesos, exactamente 5 mil 995; y  un traje de mujer caro (de lana tipo «pelo de foca» [?]) en el Palacio de Hierro costaba 283 pesos. (Pienso que en 1962 Martín Luis Guzmán pagó cinco mil pesotes a Jorge González Camarena por «La Patria», cuadro emblemático de la Comisión Nacional de Libros de Texto Gratuitos y de la educación pública mexicana). Más datitos:  Felipe Calderón, hoy cinco de Mayo de 1962 tomaba protesta a los conscriptos. El maestro de ceremonias dijo algo que no quedó muy claro: «El ciudadano Presidente de los Estados Unidos Mexicanos realizará la Toma de Protesta, haciendo llegar su voz hasta el último rincón del país a través de la Red Nacional de Radio y Televisión» (woooooo, el último rincón del paíiiiiis) . No me quedó claro qué significa el dato, en términos prácticos, pero me hizo recordar que en 1962 López Mateos tomó protesta a 300 mil conscriptos en todo el país por medio de «un sistema de radio». A saber si querían decir eso en este 2010 o solamente querían decir que la cadena nacional es la cadena nacional.

Sigo contando: en ese 1962 hubo un desfile conmemorativo en Puebla, con 15 mil efectivos, entre conscriptos, tropas y alumnos de escuelas militarizadas. Hubo otra cosa entretenidísima: un equipo de 120 corredores, de los cuales 60 eran poblanos llevaron a carrera limpia y hasta puebla una caja que contenía tierra del sitio de nacimiento de Ignacio Zaragoza (o sea, hablamos de Goliad, en la lejana Texas, alguna vez mexicana) y una antorcha con un fuego conmemorativo (como pueden ver no estamos inventando NADA en materia de conmemoraciones). Habían comenzado a correr el 21 de abril y el 1 de mayo andaban entrando a Puebla y un corredor de 18 años, Agustín Moreno, le daba el dichoso cilindro de tierra al gobernador Fausto M. Ortega.

Pasaban cosas ese mayo de 1962: era la quinta semana de éxito en cartelera de «Psicosis», de Hitchcock, Jorge Ferretis, Director General de Cinematografía se había muerto el 28 de abril y las esquelas abundaban. Se anunciaba la película «El centauro del Norte» con José Elías Moreno y María Antonieta Pons que presumía de presentar al cineaficionado «¡las más bonitas canciones de la época!» en esta película «emotiva, alegre, comántica y muy mexicana».

Como ya estaban a un pelo de los festejos del 10 de mayo, Los anuncios ya se centraban en el tema. Liverpool ofrecía «el regalo ideal para mamá», un delantal de algodón a sólo 14.95 pesos.  (suena, tantos años después, hasta ofensivo, pero me acuerdo que, en los sesenta, el delantal era una prenda de uso frecuente entre las amas de casa de algún tipo). Claro que también había regalos de más clase, como guantes de cabritilla a 45 pesos, semilargos de nylon a 49.50 (y no sé en qué momento las mujeres dejamos de usar guantes. tan bonitos que son. Aunque con los 32 grados que dicen que hay ahorita al mediodía del 5 de mayo de 2010, ni a quien se le antojen).

Se emitieron en ese mayo de 1962 dos medallas (¿monedas?) conmemorativas: de oro, una que representaba a Zaragoza a caballo. ¡37.5 gramos oro, 38 milímetros de diámetro y costaba 585 pesos con todo y estuche! La de plata también con Zaragoza a caballo, 19.8 gramos plata, 36 milímetros de diámetro, costaba muuucho menos, como diez pesos.

Se editó un libro conmemorativo:  «A cien años del cinco de mayo de 1862», auspiciado por Manuel J. Sierra, quien era el oficial mayor de la Secretaría de Hacienda, donde escribieron Catalina Sierra Casasús, personaje interesantísimo, Agustín Yáñez, Rubén Bonifaz Nuño, Melchor García Reynoso. La comunidad artística de Corpus Christi, Tecas, también se disponían a emprender enorme fiesta, y la publicidad aprovechaba para hacer patente su presencia en aquella jornada de conmemoraciones: Tequila Cuervo, por ejemplo, en un anuncio entero (una plana… nada despreciable), le decían a los lectores de la ciudad de México: «Cuando las armas nacionales se cubrieron de gloria frente a la ciudad de Puebla en 1862, hacía 39 años que el pueblo mexicano brindaba con Tequila Cuervo…» y, para que vean lo que era la economía en aquellos años, el Banco de Comercio de Puebla invitaba a todo el país a invertir en el estado, con las siguientes ventajas: a. Exención fiscal por 10 años. b. Los salarios y costos eran más bajos que en el DF. c. Su cercanía a la ciudad de México y al puerto de Vercaruz. 4. Disponibilidad de agua y electricidad.

Son algunas cosas de otro centenario, de otro país que tenía aún mucho de rural. Era otro cinco de mayo, claro, distinto al de 2010 donde la efeméride cívica se ajusta a la agenda politica de un gobierno. Si eso no es tener una idea concreta de para qué sirve la historia, díganme entonces qué es.




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