Posts Tagged ‘conmemoración del 20 de noviembre

01
Dic
10

Historias centenarias 4: lo bueno y lo (muy) malo de los espectáculos multimedia del Zócalo

Luces tricolores, muy bien: ¿qué historia quisimos contar?

Lo he pensado un muy buen rato.   Y no, no es solamente que a mí no me guste. Es que es malo. Ha sido muy malo.

Nadie dice que esto sea malo. Lo malo es que atrás de esto no queda nada.

La noche del miércoles, desde la ventana de casa, he visto las últimas luces de la última fiesta pública de los centenarios. Vistosa, sí, y que da para mucho qué pensar. Pero después de haber visto tres veces el espectáculo «Yo, México» (que, para empezar, no sé qué quiera decir el titulito) y reflexionar cuidadosamente, creo que es un ejemplo de qué pasa cuando una idea que a lo mejor pudo ser buena, fracasa en el mar de la mala planeación.

Mientras, en Guadalajara, háganme favor, las megamarionetas traían un rollo -y que también se acabó ayer-a cual más extravagante, una historia de tres personajes: un campesino gigante, una niña gigante y un perro gigante. Resulta que, a la hora de la hora, SÍ hay un Perro Bicentenario. Lo delirante es que el perro dizque estaba en un bloque de hielo y tardó como dos días en descongelarse para estar a la altura de los acontecimientos, y si se trata de un perro respetable, aplicarse a la misión que le haya sido encomendada.  y luego resulta que hay un gigante sepultado por Hidalgo, y una sobrina suya que viene de Morelos, y «buscan» (?) algo así como los «valores de la Independencia y de la revolución» (?). Lo peor es que un articulista de Guadalajara asegura que, en rueda de prensa, el creativo francés que coordina esto, comentó que la historia que narran -o dicen que narran- se le ocurrió al día siguiente de una buena borrachera de whisky, con la cruda consecuente. Para como somos los mexicanos de barrocos, lo que es otras latitudes es una puntada de la vida cotidiana del Occidente posmoderno, esquivale a irreverencia y falta de respeto. Yo puedo opinar que más le valdría al francés cambiar de marca de whisky, pero hay gente que se lo ha tomado mal.

En fin. Eso es para escribirlo otro día, aunque creo que, con la expectación casi nula que ha creado en cualquier otro sitio que no sea Guadalajara, donde la autoridad educativa encargada de la vocería (que no de la planeación, organización y administración, que es, a la hora de las auditorías, lo que VERDADERAMENTE CUENTA), asegura que compartieron el mitote megamarionetil unos tres millones y medio de personas, el asunto se va a volver materia de análisis para los que estudiamos algunas de estas cositas o los que tengan ganas de enterarse en qué y cómo se gasta el dinero público.

Confieso que a mí me llama la atención EL PERRO, que, ha de decirse, está muy bonito y bien hecho, y cuya presencia demuestra que en todo mitote notable y/o memorable, tiene que haber uno de estos buenos animalillos

Pero yo iba a decir otra cosa.

La pregunta es, ¿por que esta ocasión las luces y la música no bastan para decir que es una gran fiesta?

Iba a decir que triste final el de conmemoraciones, que prefieren llevársela bajito, por la tranquila, y poner allí nomás los espectáculos para que, quien pueda, los vea. Si es que los alcanza a ver. Porque «Yo, México» era, a semejanza del espectáculo de manufactura mexicano-australiana, un proyecto pensado para producción televisiva, donde sea posible ver los close ups y hasta los big close ups de los bailarines que -no sé a quién se le ocurrió la idea- solamente ven quienes llegaban a la primera fila de la barrera. El resto de la gente pudo ver los muros iluminados, asunto muy llamativo y muy vistoso… pero no mucho más.

El Zócalo de la Ciudad de México, bestia dulce y amarga al mismo tiempo, se rebeló a los que pensaban que estaba domesticada, amansada por el solo hecho de vestirla con luces de colores. El Zócalo tiene sus dimensiones y acoge a la gente en su dinámica: ven los que están en el centro; no ven los que están en las orillas. Si el espectáculo está en el centro de la plaza, los que están en la esquina de Madero o de 5 de Mayo, no ven maldita la cosa. Tendrían que esperarse a que vendan el DVD, porque me imagino que tendrían que vender un DVD para que la gente vea lo que no vio. ¿no?

como unas adelitas.....

o danzas prehispánicas...

Cuando alguien se anime a analizar el sentido de este espectáculo va a hallar asuntos incomprensibles: un discurso sin destinatario, porque el destinatario no los puede ver.

Hasta la tercera ocasión que vi el espectáculo me di cuenta de que había un escenario, una enorme pasarela. Vista a ras de piso, nunca me hubiera dado cuenta. Pero los dioses bicentenarios me hacen a veces pequeños guiños.

Grande, sí, pero bajo. La distancia en estos casos ayuda, pero también me hace inferir que el que planeó esto estaba soñando con una transmisión televisiva que no ha pasado. La pregunta es ¿de quién son los derechos del dvd?

La iluminación de los edificios, hay que decirlo, estaba hermosa. No le entendí, como la otra vez, a los esqueletos. No sé qué hacen ahí ni para qué, pero estan bonitos. Tal vez, pero sólo tal vez, le hubiera gustado al arquitecto Ramírez Vázquez ver el Zócalo vestido con la tipografía que él inventó en 1968 para las Olimpiadas:

Vistoso, muy bonito. y con problemitas (o problemotas) de coherencia

Pero a lo mejor le estoy dando vueltas al asunto. A lo mejor funcione más que, en ordenada lista, enumere mis objeciones:

  • Nada tenían que hacer allí los bailarines. La gente no los ve. Son muchos y seguramente salió en un buen dinero, que no está debidamente aprovechado.
  • El discurso en los muros, aunque hermoso, no acaba de contar una historia. Eso sí: ver entrar la sombra de ¡un barco! que además se adivina precioso,  a la Plaza de la Constitución,  ¡es impresionante! y un trenecito, como de juguete, corriendo por los ventanales de los edificios es una cosa simpática y tierna. Las luces, estrictamente las luces, son un asunto de gran belleza. Quizá si lo hubiesen dejado así, sin rollos y discursos, hubiera quedado mejor.
  • Pero si se habla de historia, se debiera hablar bien. Los periodiqueros del espectáculo delataron que los responsables de los contenidos nunca conocieron los pregones de un voceador, pero tampoco tienen idea o voluntar de explicar la historia. Con repetir los textos de los libros basta, al fin que es muy rápido y la gente no se fija (entonces, ¿para qué hacer esto?). Imposibles los periodiqueros que proclaman «la constitución de 1857: ¡contiene las estructuras del Estado moderno» Esta frase, como muchas otras, ¿qué le dice a un estudiante de secundaria? ¿qué a una ama de casa? ¿qué a un jubilado? Extraña la megapifia de la cadena de pregones, muchos de ellos igual de complejos al que cito (o quizá no): eso no es divulgación de la historia.

  • Si los artífices de este asunto son capaces de generar, a fuerza de luces y animación,  la impresión de que uno de los edificios del Zócalo, EFECTIVAMENTE se está derrumbando, seguramente podían haber hecho muchas más cosas sin necesidad de rollos edificantes para que la gente»adquiera conciencia» y sentido de la unidad. Por otro lado, afirmar que el terremoto de 1985 «sacudió conciencias» (un lugar común que ya tiene 25 años de existencia) e hizo resurgir a la sociedad civil es absolutamente cierto… en territorio chilango. El impacto físico, emocional, del terremoto de hace un cuarto de siglo es innegable, y ya es historia. Pero el impacto social es, fundamentalmente un fenómeno que ocurre en la ciudad de México, porque en el resto del país la concentración poblacional y la magnitud de los daños no llega a ser tan notable, notoria y trascendente para nuestra vocación centralista. El discurso que se echan en ese punto del espectáculo, entonces, tiene un problema de receptor. ¿Es el que se pretende? ¿Qué le dice a todos los que no vivieron el acontecimiento, a los que lo vivieron pero no se acuerdan de los matices profundos, a los que no son de aquí? Y, de todas maneras, resulta que, en ciertos puntos de la plaza, ni caso tiene preocuparse, porque el rollo ni siquiera se alcanza a entender. hay que ver lo que ocasionan unas bocinas mal puestas.

  • De todos modos no queda claro. Del llamamiento y el exhorto, a la pachanga, al karaoke más grande del país. Y el mensaje es bastante extraño. Los agudos estrategas que hayan seleccionado «Yo no fui» cantada por Pedro Infante con ritmos modernos injertados querían decir algo muy poco claro: ¿un «yo no fui» es el mensaje de una entidad de gobierno a una colectividad? Y, encima, ¿hay que llamar a la muchedumbre a la solidaridad? Yo no fui, tú no fuiste, nosotros no fuimos. Por cierto, la gente NO CANTABA. Uno que otro, tal vez. Pero el karaoke fracasó, y sigo sin entender la elección de la canción. Habrá quien me diga que no le busque sentidos ocultos a lo que no los tiene, que simplemente era una canción «que a la gente le gusta» y que no tiene nada más detrás. Si no tiene nada más detrás, SÍ que es grave. Si a la gente le gusta Pedro Infante, no habrá en su horizonte nada más que Pedro Infante. ¿Todo tiene que adquirir ambiente de fiesta de ciertas bodas? Puede que por mí hable la ideología, el sentido de clase, los años de escolaridad que me ponen fuera del promedio nacional. Pero en TODO hay ideología.  Y prefiero mi visión del mundo a la del «yo no fui».
  • ¿¿Nadie les dijo que la pieza musical con la que se ambienta la década de los sesenta, las películas de la olimpiada y del movimienro estudiantil de 1968 ES LA MISMA que usa el programa radiofónico El Weso como rúbrica?? Como dato complementario, El Weso es uno de los espacios periodísticos -con sus asegunes- que se dedicaron durante casi dos años a pitorrearse y a criticar en mala onda las conmemoraciones federales del Bicentenario y del Centenario. Nomás no le entiendo a su máquina de producir significados.

Nadie niega la belleza de un espectáculo de estos. Pero, por tratarse de la ocaqsión que los origina, ¿no se podía haberle puesto unas cuantas ideas claras, sin contradicciones, sin baches y sin solemnidad maldisfrazada?

  • En términos absolutamente escénicos, la hora y media del espectáculo tuvo muchos puntos muertos. No había gente tan absolutamente pendiente del asunto, como no estuviera pegado a las pasarelas, es decir, la menor cantidad de asistentes. En los momentos de discurso, el movimiento de la gente, para salirse del Zócalo, para cambiarse de lugar, para intentar acercarse a donde pudiese ver algo, para hablarle a la hermana , a los cuates, a los sobrinos para ver en qué parte de la plaza estaban, resultaba constante, como constantes los vendedores de chacharitas brillantes con su cauda de compradores, tan constante como los que, ante la imposibilidad de tomarle fotos a algo más allá de los muros, se tomaba fotos a sí  mismo y a sus acompañantes. Eso, en comunicación MUY BÁSICA, quiere decir que el mensaje, o es malo y por tanto ineficaz, o se transmite de manera inefectiva. En cualquiera de los dos casos, resulta que a lo mejor no era necesario tanto tiempo ni tanto dinero aplicados.

Hay tramos que son, simmplemente, alternancia de luces sobre la multitud. Esta parte, ¿cómo o de qué manera entra en el discurso histórico que pretenden contar?

  • No sé, tal vez sea un eufemismo hablar del «estado crítico en el que nos hallamos», como inicia el mensaje final; tal vez sea una muy elemental puntada que quisiera ser propagandística la que al final habla de «trabajar en equipo» (esas cosas son como de Plaza Sésamo), con las mismas voces de los spots oficiales que se transmiten en tiempos de Estado.  La gente, que es muy noble, aplaude cuando hay de qué aplaudir. En muchos puntos guardaron educada compostura. Si empezaban algunos reclamos si daban las 9 de la noche y, apenas librando la novena campanada, no se encendían las luces para inciar el espectáculo. Pero si es cierto que nunca oí rechiflas indignadas, los aplausos son para los fuegos artificiales, para las adelitas -los que las pudieron ver-, hacen gracia los esqueletos enigmáticos.
  • Y hay que decir, para terminar, que nuestra vocación centralista nos gana y no supimos o no quisimos corregirla o por lo menos disimularla. El INEGI acaba de informar que los mexicanos sumamos poco más de 112 millones. Y se estima que «Yo, México», que es como se llamó esto, fue visto por un millón de personas. ¿A esto se referían cuando hace dos años prometieron «llevar la historia a todos los rincones de México»? De veras que me dio una cierta melancolía la noche que vi las últimas luces en el Zócalo, pero no por el espectáculo, sino por todos estos que hoy me acompañan aquí, que son los verdaderos protagonistas de los centenarios de 2010, convencidos de que sí había algo que celebrar, que conmemorar, qué festejar, qué recordar:

Ellos son, y no otros, los personajes de los Centenarios.

Pronto se acabará este año, que a veces pensé que nunca llegaría. Unos continuaremos nuestros proyectos y correremos tras de nuestras quimeras; otros tendrán que pensar cómo van a darle sentido a su vida, ahora que el Elefante Bicentenario empieza a desvanecerse, y el Perro Bicentenario decide cambiar de vocación y se a una plaza griega a armar tándem con el perro Kanellos. Pero con el cierre del año tendremos que hacer mea culpa: los que andamos en esto, ¿lo logramos?  Esa gente que se entusiasma con el recuerdo de nuestros próceres, de los «héroes que nos dieron patria y libertad» (si alguien hubiera cobrado derechos por la frase, se hubiera hinchado de lana), ¿sabrá, hoy, primer día de diciembre, un poquito más del mundo en que vivieron?  Este examen de conciencia de los historiadores, de los divulgadores de la historia, aún está pendiente, y, no sé por qué, creo que no nos va a gustar del todo. Y la perra duda me viene de pensar cuántos casos hay todavía, como el de un pequeño de siete años, hijo de un respetable académico universitario, que, cuando su padre, juguetonamente, le preguntó por los «héroes de la patria», su tierno pequeño respondió: «los héroes de la patria son Super Mario, Luigi y Honguito». No comments.

 

24
Nov
10

Historias centenarias 3: las pequeñas alegrías o el Monumento a la Revolución.

A veces, es tan, pero tan fácil hacer feliz a la gente por un rato, que cuesta trabajo entender por qué la inventiva y la generosidad humanas no propician, más a menudo las ocasiones de contento que siempre sientan bien a la sensibilidad humana. Ha de ser porque ni la generosidad ni la inventiva abundan. De hecho, son dos virtudes que escasean bastante, y esta carencia es más que notoria en ciertos ámbitos de la vida pública. Y por eso, las pequeñas alegrías, las ocasiones de contento, se aprecian más cuando aparecen.

En los tiempos que corren, es más frecuente que estos pequeños regalos de la vida surjan del impulso espontáneo de la gente, que hace suyos los espacios, que rechaza y dedica rechiflas a las tonadillas efímeras y a las letras huecas, que se aburre cuando le recetan hora y media de una muy mala lección de historia o le salen con babosadas como eso de que, en una «historia mítica», Hidalgo y sus huestes insurgentes, al mismo tiempo que salían por piernas de Guadalajara, despedazados y dispersos en la batalla de Puente de Calderón, se daban tiempo para andar enterrando gigantes. Pero de eso hablamos luego.

Este fin de semana, cuando los periódicos hicieron pinole al gobierno federal porque, afirman, el festejo por el Centenario de la Revolución «resultó deslucido»; cuando otros aspiraban a ver, como me decía un amigo columnista, «el gran espectáculo» con el que las fiestas de este Centenario se equipararían con los 600 millones de pesos gastados en septiembre para la gran noche del Bicentenario, resulta que no ha habido mucha manera de tener contentos a todos. Todos leemos, escuchamos, escribimos hablamos, pataleamos y nos quejamos, y pareciera que todo mundo tiene una idea tan peculiar de cómo ha de conmemorarse uno de los momentos fundacionales del país que ni funcionarios estatales o federales le han atinado ciento por ciento.

A unos, no les gusta el «show», a otros no nos gustan algunos de los contenidos; a otros les indigna lo que costó toda la centenaria pachanga, otros más reclaman que a su héroe local no se le dio toda la gloria que merecía y denuncian torvos complots en contra de próceres que de alguna manera andan como en segunda fila, gracias a los malos oficios de gente malintencionada a sueldo de tal o cual prócer que pareciera mejor rankeado. En otras regiones, los pleitos que hace un siglo distanciaban a los distintos contingentes revolucionarios, se reavivaron y de una ventana a otra se acusan de no estar trabajando parejo para la gloria histórica del estado, sino nomás para los del norte norte, o solo para los del desierto o solo para los del paraíso en el desierto. En fin, que las pataletas, las inconformidades y los disgustos subieron de punto en los últimos días. En descargo de todos los interesados hay que decir que, en este Centenario, a ratos, el ambiente, la agenda pública, los dimes y diretes de la opinión ilustrada parecieron dar cuenta, por unos días, de un clima donde la idea de conmemoración estaba en todas partes.

Entre tanto fandango, un rescate interesante es el de la plaza de la República,  remozada, pintada, restaurada y LIMPIA.  Les puedo hablar de , por lo menos, tres eventos con asistencia presidencial, efectuados en el pasado reciente en la plaza de marras, donde los distiguidos invitados, desde premios Nobel hasta intelectuales del sur de la ciudad cruzaban, rumbo a sus asientos, por una plaza que apestaba a orines, a la que , a punta de manguerazos dejaban medio presentable en el trocito que se requería para la ceremonia. Ojalá que dure limpia, iluminada y arreglada, como la vieron los chilangos desde el sábado pasado, cuando el gobierno del DF la reinauguró -estamos condenados a no inaugurar gran cosa en este año-  con la remozada del Museo Nacional de la Revolución, la restauración del monumento y del mirador.

Como la justicia es importante, debo admitir que cuando me enteré de la remozada, me dio gusto; hasta disentí de mi querido don Pepe Fonseca, que está indignado por la «intervención» que le hicieron al Monumento a la Revolución (otro cascarón reciclado, por cierto) para encajarle un elevador. Yo no le veía nada de malo a lo del elevador, pensando en la necesidad de mejorar la vida cotidiana de la plaza, a la que le urgía que la adecentaran en todos sentidos. Y la verdad es que, ahora que me he hecho presente en el sitio, no lo creía: el elevador, colocado EN EL CENTRO del arco que traza el monumento, es un horror. No el elevador en sí mismo, que es moderno y bonito, sino la puntada de colocarlo ahí, en el centro, poniéndole en la torre, por donde se le vea, a esta idea de arco triunfal que planteó el arquitecto Obregón Santacilia (descendiente de Benito Juárez, por cierto) cuando los mexicanos de los años posrevolucionarios tempranos, es decir, del gobierno de Lázaro Cárdenas decidieron aprovechar lo que quedaba del fallido Palacio Legislativo, cuya primera piedra (de esas, tan incómodas) puso don Porfirio, hace este año un ciento.

No queda mal la plaza, a pesar de que el elevador es una agresión mental y arquitectónica.

¿Nadie pensó que, ya puestos a instalar el elevador, bien podría estar adosado a una de las patas del monumento? Digo, por feo que se viese el parche, el resultado no sería tan lamentable como esto de ver, como una cuña posmoderna, el elevador, enrareciendo las líneas déco del monumento. No quiero decir, con esto, que el monumento a la Revolución fuera una joya del art déco mexicano, ni una obra, como está de moda decir ahora, «bellísima» (ug), pero si existieran entre los monumentos e inmuebles históricos algo así como los derechos humanos, aquí urgía una denuncia superlativa. Se ve raro, se ve no-bonito.

A cambio hay en el lugar una muy buena iluminación, que haga la plaza transitable por las noches, y evite que los ilustres muertos (que, por favorcito, no los vayan a sacar a pasear) se pongan a pelearse a gritos por las noches. En el terreno del delirio y la fantasía de inspiración histórica, las noches en la Plaza de la República deben ser más divertidas que en el Panteón de San Fernando: los diálogos entre Calles y Cárdenas, ahora que todo es pasado, pueden ser aleccionadores. Una conversación entre dos espiritistas: Madero y Calles, puede proporcionar horas de sano esparcimiento a Villa, Carranza y Cárdenas. Los coahuilenses gastarán las madrugadas en decirse sus verdades, el duranguense se pitorreará de ellos y se pondrá del lado de don Panchito, y, si tienen ganas de bronca, volverán a sumirse en la discusión acerca de quién tuvo que ver con la muerte de quién. Seguro que cuando el tono de la discusión sube, el ambiente en la Plaza debe ser muy denso. Es posible que la afluencia de multitudes y la intensa iluminación los vuelva curiosos y hallen nuevos temas de conversación nocturna.

Paseo y cine al aire libre, un gesto amable que pocas veces la gente tiene ánimo y tiempo de disfrutar

La otra cosa buena de esta plaza renovada es LA FUENTE, que es aplaudida por multitudes. Es uno de estos mecanismos que se conoce como «fuente seca», hundida en el piso -buen recurso para evitar nadadores espontáneos y perros emocionados (a todo perro que se respete, las fuentes de los parques son una tentación ineludible), que se integra con un conjunto de chorros que brotan del suelo. La fuente en cuestión, como esas chucherías tecnológicas del siglo XXI (Luis XIV se moriría de envidia con una de estas) puede programarse y diseñar secuencias de los chorros de agua, que a ratos caen con un seco y rudo estruendo. De repente se vuelven aspersores, y en un tercer momento los chorros saltan de aquí para allá.

Altos, bajos, tricolores, monocolores, los chorros de agua hacen una pequeña fiesta doméstica

Esta fuente se ha convertido en un auténtico éxito: la vocación de los chilangos por armar pequeños espectáculos colectivos a la menor oportunidad ha vuelto a aflorar: Pasé por el sitio con luz de día: se veían los chorros de agua a lo lejos, y la gente paradita, rodeando el cuadrado que es el nuevo artefacto de la plaza. Por la noche, cuando volví, la fiesta era completa: la gente disfruta cruzar corriendo entre los chorros de agua. Así de simple, así de sencillo, así de divertido. Quizá este sea el mejor regalo del Centenario para la gente: un buen juguete, a falta de la divulgación de la historia, de calidad, a nivel masivo.

No hay más secreto ni complejidad: simplemente, cruzar entre los chorros de agua, que en momentos distintos cambian de densidad.

De más está decir que la gente que acomete la empresa -que parece ser entretenidísima- acaba empapada, chorreante, ensopada… y feliz.

Chilangos y visitantes de variado pelo y pluma corretean entre los chorros de agua. Solo hace falta rapidez, pisar con seguridad y no llevar zapatos que resbalen. Y tiempo para quitarse de la cara, de vez, en cuando, el agua.

La gente se toma fotos con los celulares, regresa de una incursión para tomar aliento; otros dudan en arriesgarse, hasta que la tentación les gana. La verdad, se me hace mejor recuerdo del año de los Centenarios que algunas otras cosas que diversas instancias han querido presumir con éxito desigual.

La duda se acaba, y la carrera empieza. Desde luego, se trata de ir y volver. Si no, ¿qué chiste tendría la empapada?

Es una de esas buenas ocasiones de contento chilangas; la gente está allí en orden, nadie hace trapacerías ni vandalismo; hay familias, grupos de chamacos, novios, escuincles por carretadas. Es cierto que, de vez en cuando alguno pierde el piso y se acomoda un buen batacazo, pero en la vida hay que correr riesgos. Muchas veces, la recompensa vale la pena.

Las opciones son amplias: ¿con qué ritmo deseas empaparte? ¿chorritos como los de Cri-Crí? ¿Aspersores mañosos como los de Ciudad Universitaria?

Ojalá que dure y dure bien. El mantenimiento de la plaza y del escalofriante elevador -que puesto en otro lado haría muy bonita vista-, mas la renovación del museo, harían pensar que hay un espacio recuperado de a deveras -no como las verbenas que el perredismo ha montado en otras ocasiones- para la gente. A lo mejor, mientras se secan, se dan una vuelta por el monumento, y ojalá que haya una pantalla o un folleto que hable de la historia de la chacharota, de los personajes que duermen, no tan tranquilamente, el sueño de la muerte en sus columna. A lo mejor, antes de lanzarse a los chorros, se les ocurre asomarse al museo. A lo mejor esto es una cosa buenísima, más de lo que parece. A lo mejor.

Esto es un galobo que responde al nombre de Miguel Ángel, absolutamente pasado por agua, y absolutamente feliz.

No había visto en un rato,  una fuente exitosa, con este uso «ciudadano», le qurrá decir alguien, en la ciudad de México. Pero ahora ya no tendremos que envidiar la fenomenal fuente del Museo del Desierto, allá en Saltillo, donde la tienda tiene en la entrada un letrero que dice «favor de no entrar mojado», porque a veinte metros hay una pequeña pérgola, donde uno se sienta a disfrutar el sol de Coahuila y donde, cada 15 minutos, un aspersor convierte el sitio en una «fuente invertida», porque recrea la intensidad de una tormenta en el desierto del norte mexicano. A la gente le encanta, y a los chamacos de allá, aún más; en tiempo de calorcito, aguardan el chaparrón, y luego, felices de la vida, caminan a su autobús escolar. La verdad es que en Saltillo, cuando llegan al transporte ya van medio secos. Y nosotros ahora tenemos plaza limpia, museo replanteado, luces sobre el monumento y un espantoso hueco para el elevador.  Que dure, nada más.

18
Nov
10

Moneditas

Aquí, entre todas las chácharas bicentenarias, la efigie de Francisco Primo de Verdad

No sé cuantas tengan ustedes. Yo, abandonada a las bondades del azar, ya llevo ¡treinta y tres! de las 37 monedas de cinco pesos, conmemorativas del Bicentenario del Inicio de la Independencia y del Centenario del inicio de la Revolución, que comenzaron a circular a fines de 2008 y que en estos meses deben estar terminando su ciclo de emisión.

 Y me digo abandonada a las bondades del azar porque es la curiosa manera de planear la circulación y las peculiares ideas del área de emisiones del Banco de México los que han determinado que sea el azar y solamente el azar el factor que rige a quienes tenemos el interés –genuino, morboso o curioso- de coleccionarlas, platicarlas e intercambiarlas, como cuando, en nuestras infancias estábamos dispuestos al voraz y despiadado trueque de estampas del álbum de moda en cuestión. Que me acuerde, logré llenar el de las caricaturas –chin, decir caricaturas me delata generacionalmente: ahora se les dice “serie de dibujos animados”- de la Pantera Rosa, el de los diminutos cartones en “tercera dimensión”, que venían en los Gansitos y demás pastelillos industriales y que eran un muestrario de la cultura pop sesentera y setentera. Desde luego, el cursilísimo álbum de los cursilísimos monitos de “Amor Es…”, había uno de series y personajes de la televisión sesentera… con una impresión a color bastante mala, pero era lo que había… Se solicitan memoriosos que aporten a la comunidad de este Reino de Todos los Días más álbumes de los que mi memoria abarca.

 Y estas historias de coleccionismo tienen que ver con la perseverancia, con el humano impulso del que busca los elementos que el día de mañana dejarán de ser presente para volverse pasado, para volverse memoria.  En aquellos años reuníamos con tesón sobres y sobres de estampas en una honesta búsqueda de la completitud, del cierre del círculo, de la composición de la narración entera. Claro, había excepciones: algún tramposo sin noción del bien y del mal -cuyas consecuencias aún duran en su edad adulta- llegaría a abrir subrepticiamente los empaques de los panes Bimbo del supermercado para espulgarlos y extraer alguna estampa codiciada. Dirán que el fin justifica los medios, pero hay quien inicia desde temprana edad su camino a la perdición y asegura su sitio en el Purgatorio.

 De manera que, como el Banco de México le explicó, a esta servidora, en algún momento de 2009, que no habría coleccionadores ni venta de colecciones completas de monedas, ha sido el Azar con mayúscula, el despiadado azar, el que nos regale, una a una, escatimándolas, repitiéndolas, escamoteándolas, las 37 monedas conmemorativas que a fines de este año todos los interesados deberíamos tener.

 Y ha sido el azar el que ha permitido que en las colecciones sigan perviviendo los mitos chiquitos de siempre. En las monedas de marras, Xavier Mina se sigue llamando Francisco Xavier Mina, Ignacio Rayón se sigue llamando Ignacio López Rayón,  y las malas lenguas afirman que la culpa es  la pasada legislatura quien, con su información histórica estándar repitieron los lugares comunes históricos masivos y así se quedan las cosas, porque el decreto que da origen a esta colección de monedas conmemorativas así lo dispuso y la corrección histórica se va a la goma.  Leyenda mata dato, así de sencillo.

 En esta colección solamente veremos aparecer a tres mujeres: a Carmen Serdán, a Leona Vicario y a “La Soldadera”  (sin que sepamos bien a bien qué significa para los señores de la Casa de Moneda esta expresión). Curiosa idea -otra vez los mitos- de adjudicar a los barullos de hace un siglo la existencia de estas mujeres que marchaban junto al hombre rumbo al campo de batalla, encargadas de darles de comer, de alimentar al caballo, de «confortarlo sexualmente» (what?), como opina un libro bastante eufemísitico que hay por allí sobre las soldaderas, cuando lo cierto es que soldaderas ha habido en todos los conflictos que ha vivido este sufrido país. En fin, el gugar común sobrevive, clasificado como una de las monedas conmemorativas del Centenario de la Revolución de 1910. No obstante, hay que reiterar algo bastante lógico: soldaderas hubo siempre. ¿No sabemos acaso que a Hidalgo lo seguían hombres con familias, mujeres con niños? ¿No renegaba Concha Lombardo de la propuesta de matrimonio de Miguel Miramón porque no tenía intención alguna de seguir a su marido a la guerra “con el niño y con el perico”?

 Pero, por otro lado, es agradable y emocionante que la lista incluya a los hombres de ideas, porque las ideas también son acción, además de los militares heroicos y los líderes fundacionales: me encanta hallar a don Carlos María de Bustamante, al tremendo e incorregible fray Servando Teresa de Mier, a Filomeno Mata y a otros más como Andrés Molina Enríquez. Me entero, además de que en esta afortunada selección ha tenido que ver mi querido maestro, el doctor Álvaro Matute. La historia política es importante, pero no lo es todo, afortunadamente.

 En fin, que  para los interesados, aquí van las listas de las emisiones como deberían estar circulando, para que palomeen las que ya se tienen y se intensifique la búsqueda de las faltantes:

 MONEDAS CONMEMORATIVAS EMITIDAS EN 2008

1. Ignacio Rayón (la moneda dice Ignacio López Rayón)

2. Álvaro Obregón

3. Carlos María de Bustamante

4. José Vasconcelos

5. Xavier Mina (pero la encontrarán como Francisco Xavier Mina)

6. Francisco Villa

7. Francisco Primo de Verdad y Ramos

8. Heriberto Jara

9. Mariano Matamoros

10. Ricardo Flores Magón

11. Miguel Ramos Arizpe

12. Francisco J. Múgica

13. Hermenegildo Galeana

 MONEDAS CONMEMORATIVAS EMITIDAS EN 2009

1. Filomeno Mata

2. José María Cos

3. Carmen Serdán

4. Pedro Moreno

5. Andrés Molina Enríquez

6. Agustín de Iturbide

7. Luis Cabrera

8. Nicolás Bravo

9. Eulalio Gutiérrez

10. Servando Teresa  de Mier (Así, sin el “fray”. Ha de ser por eso del estado laico)

11. Otilio Montaño

12.  Belisario Domínguez

13. Leona Vicario.

Convengo en que  algunos de estos nombres resultarán perfectamente desconocidos para muchos mexicanos que tendrán en sus manos estas monedas.  Esa es la otra parte: ojalá el Banco de México recapacitara y ponga a disposición de los interesados un bonito coleccionador que incluya las biografías de TODOS los incluidos en la emisión de monedas. Evidentemente faltaban digamos, las piezas fundamentales, las más codiciadas. Esas son las que este año, deberían estar en circulación:

 MONEDAS CONMEMORATIVAS EMITIDAS EN 2010 

1. Miguel Hidalgo

2. Francisco I. Madero

3. José María Morelos

4. Emiliano Zapata

5. Vicente Guerrero

6. Venustiano Carranza

7. Ignacio Allende

8. La Soldadera (!)

9. Guadalupe Victoria

10. José María Pino Suárez

11. Josefa Ortiz de Domínguez

 Así las cosas, ármense de paciencia y dispónganse al trueque civilizado. Hace un par de meses oí en el mercado la queja de un carnicero que decía tener ya cinco monedas de Iturbide. Por lo pronto, y cuando faltan DOS DÍAS para el Centenario del inicio de la Revolución, puedo decir, satisfecha, que solamente me faltan José María Pino Suárez, Ignacio Allende, doña Josefa Ortiz de Domínguez y Guadalupe Victoria. Tengo algunas cosillas repetidas. Se aceptan canjes.

 NOTA DE JUEVES: Mientras escribo estas historias de moneditas centenarias y bicentenarias, una manada de chamaquitos de preescolar cantan, a grito pelado, y valiéndoles gorro la entonación, el Himno Nacional. Los oigo porque el jardín de niños al que asisten está frente a mi casa. Desde hace dos semanas, he escuchado de manera insistente, «La rielera», señal de que preparan un baile alusivo a la ceremonia conmemorativa de la Revolución de 1910. En un entorno de tanto pleito y pataleo por las conmemoraciones, el que haya maestros que sigan haciendo con perseverancia su trabajo en materia de educación cívica, es una pizquita de consuelo, frente a tan accidentado año. Debiéramos volver a escribir el Manual de Conmemoraciones Básicas 1. O inventar el curso propedéutico. No para este sábado, pues ya faltan solamente, insisto, DOS DÍAS. Más bien para repensar en qué fracasamos, y qué logramos. El día está gris. Como si me diera alguna respuesta.

02
Ene
10

Cuenta pendiente de noviembre 2: imágenes de la evocación casi espírita de la Revolución.

para los que se lo perdieron

Unas cuantas imágenes de algunos caballos, pendones y próceres de ese día en que, ojalá, la Ciudad de México se hubiese levantado temprano en sábado a ver un desfile  fugaz, como la idea que lo alentó.

02
Ene
10

Cuenta pendiente de noviembre: La fugacidad, lo trascendente y la evocación, casi espírita de la Revolución

Un mexicano (dizque) promedio, con una jornada laboral de lunes a viernes, no se levanta en sábado o domingo antes de las nueve de la mañana. Con el reto de poner en pie a toda una familia para estar paraditos en Paseo de la Reforma para ver el sábado 21 de noviembre el desfile conmemorativo del 20 de noviembre y que originalmente se iba a festejar con fuegos artificiales extra el jueves 19 (ya sé, ya sé, pero qué quieren que les diga, así pasó), la empresa se vuelve complicada. Eso explica que el desfile del sábado 21 de noviembre, cuya duración cuantifican las diversas fuentes informativas entre 20 y 25 minutos, se viera más por fotografías en los periódicos que por la, digamos, vivencia, del caso.

Si a este conjunto de chilangos le sumamos el otro conjunto de chilangos que TIENE que trabajar en sábado porque esas son sus circunstancias, porque las condiciones de su empleo y el magro sueldo que reciben (meseros, dependientes, empleados domésticos, obreros, albañiles, etc, etc, etc…) solamente les permiten un día de asueto que frecuentemente NO es sábado… las posibilidades de audiencia se reducen.

Los que llegaron a las 10 de la mañana, de ese sábado, hora promedio en que un chilango que no tiene nada serio que hacer ni objetivo concreto que perseguir en día no laborable, decide asomar las orejas al mundo,  ya no vieron sino los pendones colgados en Reforma,  “revolucionarios” vestidos de manta y adelitas con gafete de “staff” al cuello, sentados en las banquetas, aguardando quién sabe qué… (se me ocurre que a lo mejor la evocación –e invocación- del espíritu de Madero… con los consecuentes pitorreos publicados en la prensa el domingo… 22.

Lo que es cierto es que recuperar este sainete del mes pasado que, por cierto, no pasa de ser, una vez más, un mitote del altiplano… es para dejar asentada otra de las señales definitivas del pre-pre ensayo de las conmemoraciones de 2010…. Donde ojalá las cosas no sean producto de una decisión tomada tres días antes, porque así no hay planeación seria que aguante las locuras ni los cambios de humor, ni los arranques ni las inspiraciones, o peor aún, las iluminaciones y las epifanías.

Y subrayo lo del “mitote del altiplano”, porque en muchas otras partes del país a los gobiernos locales les importan un rábano nuestras batallas conmemorativas CHILANGAS (no se nos quita, digan lo que digan, la vocación centralista y tlatoanesca) porque ELLOS tienen sus propias batallas conmemorativas, de las cuales nos enteramos a veces por la prensa, y en ocasiones por las fotos PAGADAS que los gobiernos estatales pagan en los periódicos de la Ciudad de México para que nos enteremos que el Fuego Bicentenario anda por sus dominios… asunto que de otra manera y aún así, resulta inexistente para la mayor parte de los que mínimamente le echan un ojo a las noticias a diario, ya no digamos a los que andan por el mundo sin importarles un cuerno lo que hacemos los periodistas.

Y  si hubo uno o dos desfiles ese 21 de noviembre, si era homenaje a los caballos (¡háganme favor….!! Y así lo publicó el Reforma… y ya sé, flota la saludable sospecha sobre un burro reportero… ) o se quiso resucitar el tema cívico-deportivo,y si en un alarde de mal gusto se regalaron sombreros como los de los campesinos revolucionarios de los murales de Siqueiros, con matraca y banderita…  ya son estampas de la crónica fugaz (y eso es lo patético), testimonios de la intrascendencia y signos de la adicción a la improvisación, sólo eso.

Así fue que llegamos (el sábado 21) a la conmemoración del 99 aniversario del inicio de la Revolución Mexicana de 1910. Así fue que llegamos, en esa batahola de actitudes (positivas, negativas y de las extremas en ambos polos), de evocaciones (en el sentido espírita de la palabra), de encomendaciones (a la Providencia o Palas Atenea, o de perdida al Ángel de la Independencia), un día menos en la cuenta regresiva… así fue que llegamos y las discusiones aún han de repuntar en el ambiente…

20
Nov
09

Ahora sí: la cuenta regresiva de los Centenarios

Que así nos florezcan la patria y la memoria

Hoy empieza el tiempo hacia atrás. Dentro de un año estaremos llegando a la culminación de las conmemoraciones de 2010… al menos en términos de efeméride y de discurso y de fecha señera de arranque, porque en 2011 habrá que pensar en los bicentenarios y los centenarios de otros personajes, otros hechos y otras batallas, reales o simbólicas.
De entrada, las discusiones por el desfile conmemorativo del 20 de noviembre… que se efectuará el 21 de noviembre (ay, bueno, es un asunto de actitud… me dicen), ya son indicadores de un cambio concreto, el de la expresión múltiple, variada y plural de la colectividad: que si es circo a falta de pan, que si es el clásico pan-circo, que si es maravilloso reponer lo que Vicente Fox en un arranque de incompetencia suprimió de los rituales cívicos (no olvidemos que esa medida, en su momento, fue festejada enormidades por la «conciencia crítica» de este sufrido país, entre la cual se contaban unos cuantos historiadores críticos o algo así…) que si es una escandalosa falta de coherencia de los gobiernos de la alternancia (ooooh, qué fea actitud… es que ahora todo mundo dice que las broncas nacionales, chicas o grandes, son un problema de actitud….), que si no tiene trascendencia, que si hay mejores maneras de celebrar a la patria… hay tantas voces en esta mañana de viernes… que da emoción mirar el complejo, abigarrado, violento pero tierno (Milanés dixit) mosaico que somos: no sólo opulencia, no sólo indigencia, no sólo dolor, no sólo emoción alegre de mirar a la ciudad despertar con el Popocatépetl fumando el último cigarro de la madrugada… no sólo ceguera, no sólo soberbia, no sólo egoísmo: también algo como que se parece a la esperanza (no la de López), la de la alegría creadora y la alegría del pensamiento, la incertidumbre de los días que vendrán y la alegría de los días que vendrán: esta es mi narración de los Centenarios, historias del pasado y del presente… de algo que pelea por volver a ser felicidad, de algo que se escribe con la conciencia de lo irrepetible…. sea para bien.




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