Unas cuantas imágenes de algunos caballos, pendones y próceres de ese día en que, ojalá, la Ciudad de México se hubiese levantado temprano en sábado a ver un desfile fugaz, como la idea que lo alentó.
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Un mexicano (dizque) promedio, con una jornada laboral de lunes a viernes, no se levanta en sábado o domingo antes de las nueve de la mañana. Con el reto de poner en pie a toda una familia para estar paraditos en Paseo de la Reforma para ver el sábado 21 de noviembre el desfile conmemorativo del 20 de noviembre y que originalmente se iba a festejar con fuegos artificiales extra el jueves 19 (ya sé, ya sé, pero qué quieren que les diga, así pasó), la empresa se vuelve complicada. Eso explica que el desfile del sábado 21 de noviembre, cuya duración cuantifican las diversas fuentes informativas entre 20 y 25 minutos, se viera más por fotografías en los periódicos que por la, digamos, vivencia, del caso.
Si a este conjunto de chilangos le sumamos el otro conjunto de chilangos que TIENE que trabajar en sábado porque esas son sus circunstancias, porque las condiciones de su empleo y el magro sueldo que reciben (meseros, dependientes, empleados domésticos, obreros, albañiles, etc, etc, etc…) solamente les permiten un día de asueto que frecuentemente NO es sábado… las posibilidades de audiencia se reducen.
Los que llegaron a las 10 de la mañana, de ese sábado, hora promedio en que un chilango que no tiene nada serio que hacer ni objetivo concreto que perseguir en día no laborable, decide asomar las orejas al mundo, ya no vieron sino los pendones colgados en Reforma, “revolucionarios” vestidos de manta y adelitas con gafete de “staff” al cuello, sentados en las banquetas, aguardando quién sabe qué… (se me ocurre que a lo mejor la evocación –e invocación- del espíritu de Madero… con los consecuentes pitorreos publicados en la prensa el domingo… 22.
Lo que es cierto es que recuperar este sainete del mes pasado que, por cierto, no pasa de ser, una vez más, un mitote del altiplano… es para dejar asentada otra de las señales definitivas del pre-pre ensayo de las conmemoraciones de 2010…. Donde ojalá las cosas no sean producto de una decisión tomada tres días antes, porque así no hay planeación seria que aguante las locuras ni los cambios de humor, ni los arranques ni las inspiraciones, o peor aún, las iluminaciones y las epifanías.
Y subrayo lo del “mitote del altiplano”, porque en muchas otras partes del país a los gobiernos locales les importan un rábano nuestras batallas conmemorativas CHILANGAS (no se nos quita, digan lo que digan, la vocación centralista y tlatoanesca) porque ELLOS tienen sus propias batallas conmemorativas, de las cuales nos enteramos a veces por la prensa, y en ocasiones por las fotos PAGADAS que los gobiernos estatales pagan en los periódicos de la Ciudad de México para que nos enteremos que el Fuego Bicentenario anda por sus dominios… asunto que de otra manera y aún así, resulta inexistente para la mayor parte de los que mínimamente le echan un ojo a las noticias a diario, ya no digamos a los que andan por el mundo sin importarles un cuerno lo que hacemos los periodistas.
Y si hubo uno o dos desfiles ese 21 de noviembre, si era homenaje a los caballos (¡háganme favor….!! Y así lo publicó el Reforma… y ya sé, flota la saludable sospecha sobre un burro reportero… ) o se quiso resucitar el tema cívico-deportivo,y si en un alarde de mal gusto se regalaron sombreros como los de los campesinos revolucionarios de los murales de Siqueiros, con matraca y banderita… ya son estampas de la crónica fugaz (y eso es lo patético), testimonios de la intrascendencia y signos de la adicción a la improvisación, sólo eso.
Así fue que llegamos (el sábado 21) a la conmemoración del 99 aniversario del inicio de la Revolución Mexicana de 1910. Así fue que llegamos, en esa batahola de actitudes (positivas, negativas y de las extremas en ambos polos), de evocaciones (en el sentido espírita de la palabra), de encomendaciones (a la Providencia o Palas Atenea, o de perdida al Ángel de la Independencia), un día menos en la cuenta regresiva… así fue que llegamos y las discusiones aún han de repuntar en el ambiente…
Hoy empieza el tiempo hacia atrás. Dentro de un año estaremos llegando a la culminación de las conmemoraciones de 2010… al menos en términos de efeméride y de discurso y de fecha señera de arranque, porque en 2011 habrá que pensar en los bicentenarios y los centenarios de otros personajes, otros hechos y otras batallas, reales o simbólicas.
De entrada, las discusiones por el desfile conmemorativo del 20 de noviembre… que se efectuará el 21 de noviembre (ay, bueno, es un asunto de actitud… me dicen), ya son indicadores de un cambio concreto, el de la expresión múltiple, variada y plural de la colectividad: que si es circo a falta de pan, que si es el clásico pan-circo, que si es maravilloso reponer lo que Vicente Fox en un arranque de incompetencia suprimió de los rituales cívicos (no olvidemos que esa medida, en su momento, fue festejada enormidades por la «conciencia crítica» de este sufrido país, entre la cual se contaban unos cuantos historiadores críticos o algo así…) que si es una escandalosa falta de coherencia de los gobiernos de la alternancia (ooooh, qué fea actitud… es que ahora todo mundo dice que las broncas nacionales, chicas o grandes, son un problema de actitud….), que si no tiene trascendencia, que si hay mejores maneras de celebrar a la patria… hay tantas voces en esta mañana de viernes… que da emoción mirar el complejo, abigarrado, violento pero tierno (Milanés dixit) mosaico que somos: no sólo opulencia, no sólo indigencia, no sólo dolor, no sólo emoción alegre de mirar a la ciudad despertar con el Popocatépetl fumando el último cigarro de la madrugada… no sólo ceguera, no sólo soberbia, no sólo egoísmo: también algo como que se parece a la esperanza (no la de López), la de la alegría creadora y la alegría del pensamiento, la incertidumbre de los días que vendrán y la alegría de los días que vendrán: esta es mi narración de los Centenarios, historias del pasado y del presente… de algo que pelea por volver a ser felicidad, de algo que se escribe con la conciencia de lo irrepetible…. sea para bien.
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