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May
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Tres postales de memoria: la justicia de la historia. Uno: Cotita de la Encarnación.

El fin de semana pasado traje a las páginas de La Crónica de Hoy el recuerdo de la comunidad de varones juzgados por sodomía en la ciudad e México entre 1657 y 1658, cuyo personaje más visible, Juan de la Vega Galeano o Galiano, quien se enfadaba si no le llamaban por su nombre de guerra, Cotita de la Encarnación, y cuya historia abreviada pueden leer aquí.

De Cotita escribió en su tiempo Gregorio Martín de Guijo, autor de uno de esos alucinantes diarios de sucesos, donde se funden los sucesos relevantes con los prodigios y las miserias. Dijo el contemporáneo de Cotita que era muy buen lavandero, que era limpio, aseado «y curioso». habló de su jubón blanco con muchas cintas de colores en las mangas. En el siglo XX, ya desmecatado (como si alguna vez hubiera estado demasiado contenido), Salvador Novo, en uno de los últimos libros de su vida, «Las locas, el sexo y los burdeles, también tocó el tema. Pero el nuevo siglo trajo, como señalo en el #HistoriaEnVivo de esta semana, otro tipo de rescate memorioso: que Cotita haya sido reivindicado como víctima de un «crimen de odio», para ser una de las referencias históricas en una marcha del orgullo homosexual en la Puebla de 2012, habla de los sucesos que sobreviven pese a los esfuerzos por desvanecerlos. Contradicción brutal: muchas cosas que el Tribunal del Santo Oficio censuró y prohibió y burocráticamente -en el peor sentido de la palabra- almacenó, son hoy plenamente conocidos: bailes, canciones, impresos, entre comedias, hojas volantes y periódicos, de los cuales algunos sobreviven y otros no dejaron más huella en la tierra que esa mención en un edicto, pegado alguna vez en los muros de una iglesia novohispana.

Hace seis años, un poeta, Luis Felipe Fabre, publicó un libro llamado «Sodomía en la Nueva España», donde está contado, en clave poética, el caso de Cotita y de los 13 más con los que fue quemado en San Lázaro en 1658. Aquí comparto unos fragmentos:

Dice Gregorio Martín de Guijo en una página de su diario:
Martes 6 de noviembre de este año de 1658.
Dice:
A las once horas del día
sacaron de la Real cárcel de esta corte
a quince hombres: los catorce para que muriesen quemados,
y el uno, por ser muchacho, condenado a doscientos azotes
y vendido a un mortero
por seis años.
Salen
Juan de la Vega,
Miguel Gerónimo, Miguel de Urbina,
Juan Correa, Juan Martín, Juan de Ycita, Benito Cuebas,
Gerónimo Calbo, Joseph Durán, Simón de Cháves,
Nicolás de Pisa, Christobal de Victoria,
Domingo de la Cruz, Matheo Gaspar
y Lucas Matheo, el menor,
y dicen:
Ay de nosotras.
Dice Gregorio Martín de Guijo en una página de su diario:
Lleváronlos por la calle del Reloj y volvieron
por la esquina de las casas de la marquesa de Villamayor,
y fueron vía recta hasta la albarrada de San Lázaro.
Se despobló la ciudad, arrabales y pueblos fuera de ella
para ver esta justicia de catorce personas
por el pecado de la sodomía,
dice,
en una página

Dice Gregorio Martín de Guijo en una página de su diario:
En el brasero se empezó a dar garrote al dicho Cotita
y acabaron con todos los catorce
a las ocho de la noche
que les pegaron
fuego.
Sale
el Fuego: aplausos:
sale el Fuego: verdugo en llamas: sale el Fuego
y ardiente besa a Juan de la Vega en los labios: aplausos.
Un pudoroso biombo de flamas se despliega escondiendo tras de sí
la orgía a muerte del Fuego y los sodomitas
mientras el Otro, teñido de ceniza,
sube al brasero y se pone
a cantar:
de su diario, Gregorio
Martín de Guijo, con límpida prosa
aquí versificada por nefandos afanes de transgénero.

Dice Gregorio Martín de Guijo en una página de su diario:
En el brasero se empezó a dar garrote al dicho Cotita
y acabaron con todos los catorce
a las ocho de la noche
que les pegaron
fuego.
Sale
el Fuego: aplausos:
sale el Fuego: verdugo en llamas: sale el Fuego
y ardiente besa a Juan de la Vega en los labios: aplausos.
Un pudoroso biombo de flamas se despliega escondiendo tras de sí
la orgía a muerte del Fuego y los sodomitas
mientras el Otro, teñido de ceniza,
sube al brasero y se pone
a cantar:
Acaben ya, es nuestro ruego,
brasas, cauterios, rigores,
tormentos, lumbres, ardores,
amante brutal, oh Fuego.
Nada guardes para luego
pues ya, entre requiebros tantos,
morimos pariendo espantos:
se desatan de nosotras,
que en la pira ardemos, otras:
brujas de humo y leves mantos.

El Escribano lee en voz alta un papel que dice:
Juan de la Vega ha muerto.
Dice la Carne: Cotita de la Encarnación,
la Reina de los mayates,
ha muerto.
Dice la Naturaleza: La Reina de las mariposas nocturnas
ha sido seducida por la llama.
Dice la Santa Doctrina: Amén.
El Escribano
prende fuego al papel que dice
Juan de la Vega ha muerto. Y dice: Juan de la Vega
que en vida no fue
más que las permisivas orillas de un agujero
es ya
un agujero sin orillas.
Dice la Naturaleza:
Lamento por Juan de la Vega.
Dice la Carne: Lamento por Cotita de la Encarnación.

Dice la Naturaleza:
Memoria de los ajusticiados y Fábrica de las alegorías.
Dice
la Carne: Hagamos un requiem
que sea al mismo tiempo lo contrario: la canción
del deseo: la dolorosa canción del deseo en la voz de un castrati.
Canta el Otro fingiendo voz de soprano contra natura:
Tú, que de amor pereces,
pues en ti ensaña sus dardos Cupido,
San Sebastián pareces:
hermoso y sólo de flechas vestido.
Dulce martirio que de ti te arranca:
¡no es roja tu sangre, milagro, es blanca!
Dice
la Carne: Hagamos un altar
donde todas las imágenes estén de cabeza:
el altar de los santos invertidos: el retablo de los sodomitas.
Dice la Naturaleza:
Memoria de los ajusticiados y Fábrica de las alegorías.

No es extraño, digo yo, que en las redes sociales se patalee y se libren escaramuzas: tercos algunos, militantes otros, ingenuos otros más: defender la «otra historia», la «otra versión»; peor aún: «la verdadera historia». Obsesiones, afanes desde la fragilidad humana.

Dice
el Escribano:
De este modo termina
el “Retablo de los sodomitas novohispanos”:
perdonen sus yerros, sus ripios, sus versos farragosos.
Dice: De este modo termina el poema
y vuelve a comenzar
el mundo.

«Vuelve a comenzar el mundo», escribe el poeta Fabre. Y sí, vuelve a comenzar. Pero acaso que un poeta escriba sobre catorce ajusticiados de hace 350 años,;que vuelva a contar una historia que sigue ahí, en el Archivo de Indias, acaso sea la mejor justicia: no dejar que la huella de un pasado, por doloroso o indignante que sea, se desvanezca ni que se vuelva exclusivo patrimonio de la comunidad de entendidos.


2 Respuestas to “Tres postales de memoria: la justicia de la historia. Uno: Cotita de la Encarnación.”


  1. 1 Gabriel J. García León
    junio 2, 2016 a las 2:08 pm

    Muchos han sido los casos de muertos por casos de genero tal como le pasó a Cotita de la Encarnación. Triste situación me llama la atención que se mencionen las calles de la marquesa de Villamayor y del Reloj que en la actualidad son las circundan la Secretaría de Educación Pública.

    • 2 Bertha Hernández
      junio 3, 2016 a las 12:19 am

      Es decir que el desfile rumbo al quemadero pasaba junto a lo que hoy es la SEP y no es un trecho pequeño el que hay que caminar de la SEP a San Lázaro, querido Gabriel. Un desfile tremendo, lleno de insultos para los que iban a morir quemados. Esas callecitas que rodean la SEP, Catedral, Palacio, ¡tienen tanto qué decir!


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