Estas son las alegrías que se comparten con quienes, como muchos de los visitantes de este Reino, creen que la historia con mayúsculas tiene que llegar a los viejitos, a las señoras, a los niños, como decía Luis González y González. Esta es la muestra de que se puede hacer, perfectible siempre, desde luego, el esfuerzo por compartir el pasado y emocionar, empujar a saber más, más profundo y mejor. Acá, la Diosa de Plata de «Héroes Verdaderos».
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Este largo paréntesis, con tantas cosas en el tintero, se rompe con la promesa de no ausentarme tanto y con una alegría. Anoche, la película «Héroes Verdaderos», en cuya producción tuve la emoción de participar y trabajar, recibió una Diosa de Plata, en la categoría de Cine de Animación. Van dos premios. Ojalá haya oportunidad de concretar el resto de la trilogía, pues Fidecine, créanlo o no, rechazó dar este año apoyo financiero a su continuación, porque era «demasiado educativo». Eso pinta la calaña de ciertos funcionarios culturales. Pero todo se andará. Por lo pronto, qué bueno, qué gusto que de entre todo el paquete que podemos llamar Cine Bicentenario, haya reconocimientos para algo más que la atroz, por cercana a la realidad, narración de «El Infierno» de Luis Estrada, que también se llevó su buena cantidad de Diosas de Plata. Qué pena que no podamos decir que «El Infierno» es una mera invención. Hoy, último día de agosto de 2011, tiene más realidad de la que a muchos nos gustaría y mucho más de la que a muchos funcionarios, estatales y federales, les gustaría admitir. Pero, con todo, un abrazo fuerte a todos los que hicimos esta película. Ahí queda el esfuerzo.
PD: Feliz Día del Bloguero.
Esta es una alegría de esas que confortan el alma y dicen que alcanzan premio las cosas que se hacen con buena fe, sin importar los rollos de los historiadores o aspirantes a serlo que miran feo y/o con recelo a lo que les suene a «historia oficial» (telarañas que, como dice la querida Dra. Josefina Zoraida Vázquez, en estos días sólo emplean los malos políticos y los malos historiadores). El jueves, la película «Héroes Verdaderos», ganó el premio Canacine 2010 a la Mejor Película Animada.
Me da gusto haber vivido esa aventura como asesora histórica de la película. Me da gusto que no sólo las películas de 2010 se resuman en «El Infierno». Me da gusto, a pesar de todo, y como dice Jaime Sabines, que no nos hayamos muerto.
Estas son las cosas que nos susurran, perversamente y al oído, que este asunto de las conmemoraciones exigía la hechura de un Manual de Conmemoración Básica Tomo 1, para que luego no saliéramos con cosas como esta: Héte aquí que he logrado completar una colección de moneditas de cinco pesos, conmemorativas del Bicentenario y el Centenario. Un golpe de suerte puso en mis manos, de un jalón, la moneda de don José María Pino Suárez y de doña Josefa Ortiz de Domínguez (que los dioses de los centenarios bendigan a las chavas del Starbucks de Guanajuato). Despues de dar tres saltos de conejo de puro contenta, me puse a examinar las monedillas en cuestión, y, aunque ya sabía que no son un dechado de proporción y corrección iconográfica (Álvaro Obregón es muy poco reconocible, el sombrero de Zapata es desproporcionadamente grande, etc, etc. etc,) y aún cuando sé que raramente volveremos a ver un retrato de Pino Suárez tan bueno como el gran retrato que su familia donó al renovado Museo Nacional de la Revolución, la moneda hace que me ponga a pensar si, por morbo, valdrá la pena preguntar al Banco de México quién fue su genio creador.
Porque la monedita de la Corregidora, oh, amigos míos, de repente me arroja la certeza de que muchos esfuerzos se han ido al caño, con cosas como estas: o mucho me equivoco, o, en un acto de haraganería mental y material, en Casa de Moneda no se dignaron crear un nuevo troquel para esta moneda: Josefa Ortiz de Domínguez sigue siendo la señora más que sesentona que conocí en mi cada vez más lejana infancia, en las monedas de cinco centavos. Ha valido gorro que digamos en todos sitios y todos lugares que, en los días de la agitada rebelión desatada por Hidalgo, doña Josefa rondaba los cuarenta años y, cuentan era de no malos bigotes, además de su fama de «seductora», aplicada la palabra en el sentido antiguo, es decir, propagandista de la causa insurgente.
Pues no. Ni siquiera porque se ha llamado la atención sobre esa bonita figura de Corregidora joven, con su coqueto vestido imperio, allá en una céntrica plaza queretana, esa bonita Corregidora joven erigida hace un siglo (o sea, allá sí hicieron su tarea en su momento), más cercana a cómo pudo haber lucido , con todo y sus catorce hijos, doña Josefa. La vimos rejuvenecida en las imágenes de Benjamín Orozco, hechas para la Coordinación Ejecutiva etc., etc., etc., federal de las conmemoraciones de 2010. Cierto es que ese hermoso retrato perdió mucho cuando mi querido amigo Benjamín emplastó el óleo del cabello de la joven señora, pero a estas alturas, ya qué se puede hacer. En «Héroes Verdaderos» insistimos en que se dibujara y animara a una Corregidora joven de voz aterciopelada -que por cierto, pertenece en el reino de todos los días a doña Jacqueline Andere-. O sea, todo eso le valió un cacahuate a la Casa de Moneda, como tantas otras cosas: Xavier Mina, en su moneda, sigue siendo «Francisco Xavier Mina», y aunque rescataron personajes importantes, chihuahua, otra vez, tenemos a esa Corregidora entrada en la vejez, como la viejita sentada en su sillón, con su chal en las piernas y otro sobre los hombros, allá en la plaza de Santo Domingo. Que seguramente es la imagen que los chilangos de hace 190 años tenían de la buena señora. Finalmente, todos llegaremos un día a esas situaciones, pero, en materia de conmemoraciones Básicas [Tomo 1], digo yo, ¿por qué nadie quiso rescatar a esa mujer aún joven que conspiraba, cuentan los testigos, con todo su empeño? Pura flojera mental, caray, ganas de no espantar a las musarañas que aún anidan en el cerebelo de unos cuantos. Pero no hay que olvidar a esa mujer que todavía porta una antorcha en una coqueta placita de la ciudad de Querétaro. Vital y enérgica, como es más sano y emocionante y espléndido recordarla.
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