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Postales del pasado y del presente: Hablemos de perros… Bicentenario

Hoy, martes 14 de septiembre de 2010, cuando faltan apenas DÍA Y MEDIO para que dé comienzo la fiesta del Bicentenario, tengo ganas de cumplir mi promesa y hablar de perros.  Hasta del Perro Bicentenario, que seguramente ya ha llegado y aguarda su turno para entrar a escena y dedicarle fiestas y ladridos al que haya hecho bien sus cosas. Para los que no, seguramente tiene reservada alguna acción repugnante.

Pero en alguna otra entrada de este Reino, decía yo que, en los momentos trascendentes, siempre hay un perro a la mano. No como protagonista, sino, diríamos, como «elemento de apoyo», como «presencia solidaria», como gente de fiar. Pero de que están siempre, ahí están. Bueno, con excepción del mentado perro negro de la canción de José Alfredo Jiménez, al que le matan al dueño «un día que el perro no estaba» porque eso sí, si alguien tiene una especial habilidad para fijar prioridades, estar donde el mitote es mejor o donde por lo menos van a dar de comer, son los perros.

Y la verdad, es que en los testimonios fotográficos y fílmicos de nuestra historia, abundan los perros, siempre como testigos de privilegio, acompañantes decididos o entusiastas seguidores.  Aquí les presento a uno de esos perros: Jimmy, la mascota de la princesa Agnes de Salm Salm: que no posa con su ama, sino con el esposo de su dueña, el príncipe Félix de Salm Salm:

Jimmy, desde luego, consciente de su paso a la historia, como es evidente.

Los Salm eran unos personajes peculiares, de esos a los que la cultura decimonónica definiría como «aventureros», adictos a la adrenalina, incapaces de quedarse quietos o demasiado tiempo en un solo sitio. Tienen que ver con la historia mexicana, porque Félix de Salm Salm, nacido en Westfalia (que era parte de Prusia) en 1828 y que traía muchas horas de vuelo como mercenario (algunos dirían que era una verdadera ficha) decidió en 1866 venir a México e incorporarse al ejército con el grado de coronel y acabó siendo, en el sitio de Querétaro, ayudante de campo de Maximiliano de Habsburgo. No venía solo, lo acompañaba su esposa estadounidense, Agnes Leclerc.

Los Salm, como se sabe,  dejaron sus memorias escritas y por ello disponemos de algunos detalles interesantes, además de algunos datos sobre el perro Jimmy, tan intrépido como su dueña. Doña Agnes sabía tirar con pistola, era una excelente caballista y dicen que una mejor cabildera. Las memorias de Agnes, «Diez años de mi vida (1862-1872)», publicadas hace casi 30 años por Cajica, una editorial poblana, fueron, como dice en su portada, «La Contribución Número 1 de la Editorial Cajica de Puebla al año de Juárez, 1972».

A la dueña de Jimmy, la princesa Agnes, el cultivo de las leyendas alrededor de las peticiones de perdón para Maximiliano, la inmortalizó en una figura de cera que ignoro si aún continúe en su lugar, pero que hace unos siete años estaba en el primer piso del palacio de gobierno de san Luis Potosí, postrada ante otra estatua de cera, la de Benito Juárez. De ella se sabe que fraguó dos o tres planes para que Maximiliano se evadiera de su cárcel queretana, incluyendo la seducción de la guardia. Finalmente, ninguno se concretó, Max se murió y los Salm sobrevivieron. Un simpático retrato de esta pareja es el que construyó el economista e historiador austriaco Konrad Ratz en su curioso musical «Maximiliano», estrenado en México hará unos cinco años.

En sus memorias, doña Agnes se ocupó a ratos de Jimmy. Evidentemente, era un perro consentido: «Este perro es muy habilidoso», escribió la dama. «Como me acompañó durante toda la guerra americana, había experimentado que los rifles on máquinas peligrosas y que hay desgracia cuando se les dispara. Tenía por tanto un sagrado respeto ante carabinas y disparos, pues amaba mucho su vida y también los asados de ternera, beefsteaks, costillas y otras cosas que embellecen la vida de un perro» En aquellos días del sitio de Querétaro, Agnes de Salm hizo toda clases de ires y venires para llegar a la ciudad atacada por las fuerzas republicanas, siempre acompañada de una sirvienta y de Jimmy. El perrillo va a acompañarla  hasta a esa entrevista con Juárez en la que intenta obtener el perdón para Maximiliano.

De aquellos días es esta otra foto, de los generales del imperio presos. Entre ellos está Salm Salm, y a los pies de los militares derrotados… otro perro. Hay quien me ha dicho que se trata de Jimmy, pero el color es diferente:

Y abajo, en completo desinterés por el fotógrafo... otro perro

Pero este asunto de los perros no se queda en estos detalles encantadores. La filmografía de la Revolución está llena de perros entusiastas o por lo menos atentos: un perro avanza delante de Victoriano Huerta cuando el militar ya es presidente, usa abrigo y chistera y camina por el patio central de Palacio Nacional; perros emocionados marchan a la par de Madero a caballo o junto con las tropas carrancistas, como podemos verlos en «Memorias de un mexicano». Alguna vez presencié la hechura de un corto, a partir de muchas de estas películas, que seleccionaba los momentos estelares de los perros de la Revolución. Se iba a llamar «Perritos en la Historia» (como «Cerditos en el Espacio») y se soñó con usarlo para atraer a los niños a la filmografía revolucionaria… hasta que alguien del bando de los historiadores amargados opinó que el asunto era una estupidez, y el artífice del proyecto, incapaz de defender sus ideas, lo echó al caño. Pero un día los perros de la Revolución volverán. Lo cierto es que, desde entonces y hasta ahora, los canes se divierten mucho con el interminable espectáculo de la especie humana.

En ocasión de estos Bicentenarios, los organizadores de las conmemoraciones chilenas se anotaron la puntada de convocar a un concurso: «El Quiltro Bicentenario». En Chile, «Quiltro» es lo que los mexicanos llamamos «perro corriente». La idea era, en 2009, convocar a un certamen fotográfico donde se recuperara la imagen del perrito callejero como cercano al «ser chileno»… o algo así. Vean parte del texto justificatorio:

«Infaltable en las calles, acompañando a los transeúntes, interrumpiendo actos oficiales, durmiendo en el pasto y ladrándole a los autos, el quiltro chileno metió su cola y tomará protagonismo en los festejos del Bicentenario. La Comisión Bicentenario invita a participar en el concurso “El Quiltro del Bicentenario”, iniciativa que premiará a la mejor fotografía de un perro quiltro, entendiéndose éste como el ejemplar canino sin raza definida.

La palabra mapuche “quiltro” significa perro, aunque en Chile se le asocia a un perro sin raza que vive en la calle. El quiltro, es casi una institución en Chile, forma parte de nuestra cotidianidad y está siempre presente: no hay foto o grabación de un acto público sin que aparezca un perro quiltro. Ejemplos recientes son la última Parada Militar y la Fiesta del Bicentenario, donde una quiltra hizo una pausa en su recorrido por el centro de Santiago y se integró a la fiesta, cantando las canciones de Javiera Parra.

El concurso, es organizado por la Comisión Bicentenario, en colaboración con CEFU (Coalición por el Control Ético de la Fauna Urbana) y cuenta con el auspicio de Nikon, Las Últimas Noticias y Champion. La idea es reconocer el papel emblemático que juega este animal en nuestra vida y, al mismo tiempo, incentivar la tenencia responsable y la adopción de éste. Las tres fotografías ganadoras recibirán cámaras fotográficas Nikon.»

De manera que no nos podemos asombrar por completo cada que nos enfrentamos a alguna desmesura en estas cosas de los centenarios mexicanos. Siempre puede haber algo más. En Chile YA tienen Perro Bicentenario y el asunto no fue muy terso que digamos. Mientras los defensores del perro callejero festejaban la ocurrencia, los senadores le pedían a la presidenta Bachelet, para el Bicentenario, una ciudad libre de perros callejeros. De más está decir que el agarrón fue automático, pero nada detuvo el avance del certamen. De hecho, en enero de este año fue anunciado el nombre del fotógrafo ganador, Oscar Fuentes Mardones, de Chillán,  y esta es la foto de perro triunfadora:

El perro Bicentenario chileno

El argumento para premiar esta foto de perro tiene su gracia; ahí les va:

«En esta fotografía se muestra un quiltro, a quien llamaremos ‘cachupín’, quien adopta una curiosa y expectante posición frente a su amo, el cual pareciera tener dificultades para calcular el total de sus monedas. Sus orejas parecieran expresar la complaciente espera de lo que su amo compartirá después de un rato. El quiltro no observa el dinero, sino la intención de alimentarlo. A cambio de ello, su único medio de pago: la fidelidad, la alegría y, en algunos casos como éste, la enorme necesidad de sentirse acompañado.»

Y en estos días de centenarios, hay más perros que se comprometen con la vida real en este Reino: Perros patriotas que no trabajan en la Defensa o en la SPP y que sin embargo desfilan junto a las tropas en las fiestas patrias; perros escépticos de la política nacional, como el mexicano y tapatío Perro Fidel, candidato en las elecciones del año pasado porque los muchachos que lanzaron su candidatura y promovieron el voto para este bull terrier estaban más que hartos de un sistema de partidos cuyos intereses nada tienen que ver con el famoso bien común, vamos, ni siquiera con el «hacer las cosas más o menos bien» que, mínimo, se espera de quienes elegimos para legislar o gobernar:

Ha estado de moda, en diarios mexicanos y extranjeros,  el Perro Kanellos, que, otros dicen, responde por Lukánikos. Este animalito participa en las manifestaciones callejeras de la capital griega y es uno más de los inconformes, uno más de los quejosos de la vida pública en Grecia. Su foto aparece lo mismo en El Universal mexicano que en The Guardian inglés o Le Figaro y Liberátion franceses y muchos más; tiene hasta su blog: http://rebeldog.tumblr.com/

Kanellos no se arredra con facilidad

A Kanellos le llaman «perro rebelde», «perro rijoso», «perro revolucionario» «perro justiciero», «perro antisistema», no le teme al gas lacrimógeno y siempre está en la línea de fuego; mira con ojos desconfiados y retadores a la policía griega. Es de esos perros que, simplemente y de entrada le caen bien a uno por valeroso, por esa peculiar manera de decir «aquí estoy» sin aspavientos y que tanto bien hace a quien es beneficiario de ella. Dentro de cien años, cuando se vean las fotos de estos días, así como ahora vemos a Jimmy junto a Félix Salm, verán a Kanellos, a Fidel, sobrevivirán las fotos de los quiltros Bicentenario, y los que vengan después de nosotros sonreirán con simpatía para los perritos valientes y solidarios.

Kanellos, dispuesto a todo.

Y no, no es que sean LOS personajes de la historia. No, no es una puntada intrascendente hablar hoy de los perros y la historia. No, no es que uno quiera echarle la culpa y/o la inspiración de de las acciones humanas a los perros. No es que en estos centenarios lo que importe sea el Perro Bicentenario… simplemente que los perritos son testigos de lo que sus amigos o enemigos humanos hacen, que su natural curiosidad los lleva a estar en primera fila en todo, que a veces deben creer, como Kanellos, que somos tan inútiles que necesitamos ayuda para resolver nuestras broncas y por eso pelean de nuestro lado, sea cual sea; que se deben morir de risa silenciosa de ver tantos desfiguros como hacemos en aras de la solemnidad y de los homenajes, a tal grado de inventar un Quiltro Bicentenario cuando ellos nada piden que sea más complicado que comida segura y apapachos, y para acabar, me acuerdo de aquella nieta (esta sí) de Plutarco Elías Calles que, una vez, me presentó a su consentidísima perra poodle, «Tarca» y cuando yo le palmeaba la cabeza al animalillo, su dueña precisó, con una sonrisita perversa en los labios: «Su nombre completo es Plutarca». No comments.




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